Llevo más de una semana devanándome los sesos, tratando de averiguar a quién me recuerda tanto Francisco Correa explicando cómo se regalan coches de tres en tres para tener agarrado a un político por donde más le duele (exacto: por su garaje).
A veces me despierto de noche, con la gata mirándome muy fijamente a los ojos en medio de la oscuridad, y oigo dentro de mi cráneo una voz que parece la de Correa, pero no lo es, diciendo cosas así:
-Un tipo de mi posición siempre debe tener a mano mucho dinero en metálico. Los polis untados y los matones no aceptan cheques.
No es Correa, pero tiene esa misma forma, entre insolente e inquietante, de contar cosas extraordinarias, una invitación a seiscientos euros de angulas, por ejemplo, como si fuesen lo más normal del mundo.
-El tipo que te ayuda a robar, por muy generoso que seas con él, siempre se queda con un poco del botín para su uso personal. Es lógico ¿no?
De nuevo esa voz como banda sonora de mi insomnio. Sigue sin ser Correa, aunque lo cierto es que la frase parece extraída de su tétrica declaración.
Anoche volví a escucharla:
-Hay tres maneras de hacer las cosas: la correcta, la incorrecta y la mía.
Y de pronto me acordé. Correa suena como la voz en off de Robert de Niro en Casino contando sus andanzas con Joe Pesci y Sharon Stone por Las Vegas, donde los problemas se solucionaban cavando un hoyo en el desierto. También a De Niro todo aquello le parecía lo más normal del mundo.