Bras Rodrigo, el celta

OPINIÓN

24 oct 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

Siendo muy pequeño escuchó una gaita y sin saber qué artilugio era el que sonaba, dijo «yo quiero tocar eso». Poco tiempo después, la prematura y trágica muerte de su abuelo en un accidente laboral en Ensidesa lo marcó para siempre.

Bras Rodrigo Álvarez Prieto, conocido por algunos como «el celta», es un músico censado en Perlora, bajo el secreto influjo del Cabu Peñes, y como no podía ser de otra manera es un claro ejemplo de música con idiosincrasia, o mejor dicho, un claro ejemplo de como una marcada identidad se expresa a través de la música.

El país musical de Bras no conoce las fronteras administrativas. Es más bien un mapa de emociones dibujadas en paisajes íntimos y sociales definidos por un acervo cultural común: el del mundo atlántico en su más alta y amplia expresión.

El país de Bras se parece más a Ávalon que al Arco Atlántico, a la Europa de las regiones o a la Unión Europea. Y su gaita - uno de los instrumentos en los que canaliza su virtuosismo artístico - se asemeja a Excalibur, pues como la espada del rey Arturo, ha sido forjada en su personal universo celta.

Bras Rodrigo es actualidad artística porque acaba de publicar «A pause in New York», una obra profundamente ecléctica y por esta razón indefinible. Tiene reminiscencias de misticismo celta, de tradiciones atlánticas paganas, de leyendas ancestrales, llegando a la más pura transmigración étnica, a través de los espíritus lenapes que vagan en la partitura de A pause in New York - composición que da nombre al disco -.

En esta obra, el músico se deconstruye con total naturalidad en una especie de druida urbanita o de hípster artúrico y astúrico, que deambula por la Gran Manzana neoyorkina en busca de su identidad soñada...

Bras es un rapsoda de la pasión, en sus distintas expresiones musicales, y en esta obra se instala por momentos en el mundo de las hadas - muy avalonianas también -, entendidas como un espacio de ensoñación creativa, romántica, sensual e identitaria.

La  nostalgia, sentimiento muy celtic, aderezada con tintes de misterio y de brumas atlánticas, pasea como de puntillas en algunos temas de esta obra maestra. Casi podríamos decir que «A pause in New York» es un tránsito de almas en busca de autor, casi tan intenso como el de la Quinta Avenida o Times Square en hora punta...

A pause in New York es una muestra de «transgénero» musical, porque no se ajusta a ninguna identidad artística previamente definida: no es música tradicional, no es clásica, no es folk, no es pop, no es rock, no es electrónica... pero bebe de éstas y otras.

Escuchando cada composición una a una, lo mismo viajas a una gran epopeya medieval, a una batalla, a una fiesta, a un nido de amor sin fin, a un sueño infantil, a un ritual étnico-espiritual, o sencillamente te dejas envolver en la espiral del tiempo y de las brumas nórdicas... de Ávalón, la isla de las manzanas y las hadas..., y vuelta a empezar.

Bras Rodrigo pertenece al mundo de los gaiteros, esos músicos que a lo largo de la historia han sido demonizados o trivializados en el imaginario popular. Esos músicos que en muchas ocasiones no han encontrado ni encuentran un lugar digno y de merecido reconocimiento en el arte.

«A pause in New York» es un claro exponente del excepcional compositor y músico que lleva dentro este gaitero de Perlora que con esta obra engrandece la leyenda músical astúrica de horizonte universal.