Para no pasokizarse, el PSOE se balcaniza

OPINIÓN

24 oct 2016 . Actualizado a las 12:32 h.

Si las decisiones del comité federal (CF) que se tomaron ayer se hubiesen adoptado hace seis u ocho meses, serían un acierto pleno, útil y reconstituyente.

Pero cuando la luz se enciende a destiempo, con procedimientos precipitados y trotando por los atajos, lo normal es que solo sirva, en el mejor de los casos, para deslumbrar al caminante y predecir su batacazo.

Porque esta segunda convocatoria del CF ya no tenía por objeto una serena reflexión sobre las posiciones del PSOE y su posible contribución al interés general, sino una angustiosa llamada a salvar los muebles del partido cuando las llamas eran visibles en el caserón de Ferraz.

La gente como yo, que me mostré favorable a que el PSOE dejase de coquetear con Podemos, favoreciese el gobierno del PP e iniciase un lento regreso a sus posiciones anteriores a Zapatero, tenemos la amarga sensación de que, con una votación resuelta por 139 votos a favor de una abstención vergonzante -en segunda vuelta- y mal motivada, y con 96 votos recalcitrantes en el «no es no», el colapso del socialismo ya es inevitable.

Porque, si bien es cierto que huyendo de las terceras elecciones, en las que solo podía cosechar desafección y ruina, el PSOE de Fernández evita su inminente pasokización, también es verdad que esa finta no sirve para ingresar en el paraíso de pelillos a la mar y aquí no ha pasado nada, sino para hundirse en una balcanización que, aunque de apariencia más amable, es, en realidad, una enfermedad incurable.

Pese a los muy buenos oficios exhibidos por José Blanco para evitar que la reunión de ayer fuese otro aquelarre, la rectificación impuesta por los susanistas confirma todos los errores y locuras cometidos por Sánchez, pero no soluciona ninguno.

Y lejos de haberle dado al PSOE una nueva posición, clara y objetiva, en la difícil cancha de este final de las crisis que asolaron España, dibuja un escenario en el que ya es imposible saber si el PSOE va a ser Gobierno u oposición, y si aspira a convertirse en líder de una izquierda que lo detesta y lo desprecia o en el acólito travieso de una derecha que, en el combate dual, ya se le muestra intratable.

Porque los listos que ganaron ayer le dieron a Iglesias lo que más ansiaba -un cruel contubernio de casta en contra de la gente y a favor del Ibex-, mientras castigan a Mariano Rajoy con una investidura efímera y traidora que solo podrán hacerse perdonar bloqueando la gobernabilidad y confundiendo -¡otra vez!- la quema de Rajoy con la regeneración de España.

Lo de ayer fue un entierro.

Y el epitafio más emotivo lo escribieron los de Izquierda Socialista: «Podremos recuperarnos de derrotas electorales, pero nunca de la pérdida de nuestra identidad».

Una rabieta discutible, sin duda alguna, que el retraso de las decisiones y la tibieza del compromiso convirtieron en profecía.