La batalla de Mosul

OPINIÓN

29 oct 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

En los últimos días los informativos de nuestro país han dedicado la mayor parte de su tiempo a asuntos domésticos, como por otra parte es lógico. La investidura de Mariano Rajoy y la crisis interna del PSOE a cuenta de la misma han copado los titulares de los periódicos. La actualidad doméstica manda y ha pasado a un segundo plano la que tal vez sea la operación militar más importante en Irak desde la invasión estadounidense en 2003. Se trata de la liberación de Mosul, una ciudad de millón y medio de habitantes que desde hace ya dos años está en manos de Daesh, el grupo terrorista más cruel e inhumano de la historia contemporánea que incluso ha conseguido dejar a Al Qaeda como una organización moderada.

La toma de Mosul, la ciudad más importante en manos de los yihadistas, es una operación conjunta entre dos fuerzas que antaño se mataban pero que hoy tienen en Daesh a un enemigo en común: el ejército iraquí y las fuerzas armadas kurdas, más conocidas como peshmergas. Con el apoyo de una coalición internacional formada por 67 países de los cinco continentes, kurdos e iraquíes tratan de llegar a Mosul y expulsar a los combatientes del Estado Islámico. Las informaciones que llegan desde dentro de la ciudad hablan de barrios enteros plagados de explosivos, coches bomba y yihadistas, apenas adolescentes, dispuestos a inmolarse llevándose consigo las vidas de varias decenas de enemigos. Hay noticias de civiles siendo utilizados como escudos humanos y de ejecuciones sumarias de aquellos que son acusados arbitrariamente de espías.

La toma de Mosul, a pesar de la superioridad de kurdos e iraquíes con respecto a los combatientes de Daesh (hay quien habla de una relación de 10 a 1), se prevé larga. Los yihadistas están dispuestos a darlo todo en el campo de batalla, aun a costa de las miles de víctimas civiles que seguramente se van a producir. Con todo, las fuerzas antiDaesh han tenido la inteligencia de dejar un corredor para que los combatientes del Estado Islámico puedan huir en dirección a Raqa, en Siria, la capital del autoproclamado califato y seguramente la ciudad donde se librará la próxima batalla tras la toma de Mosul.

La liberación de Mosul y de cualquier otra localidad en manos del Estado Islámico es un imperativo humanitario. Quienes viven bajo el yugo de Daesh cuentan auténticas pesadillas en su día a día. Pero si algo hemos aprendido en Irak desde 2003 es que el problema no es tanto la guerra como la gestión de la postguerra. Y ahí la coalición internacional, con Occidente a la cabeza, tiene mucho que decir.

Ya hay quien sugiere que la intención del gobierno iraquí, una vez que Mosul sea liberada, es convertirla en una ciudad chií. De ser cierto, estarían cometiendo por enésima vez el error de apagar un fuego con gasolina. Y es que fue precisamente Daesh la principal beneficiaria del conflicto sectario que crearon EEUU y Nuri al Maliki cuando decidieron marginar a la comunidad suní de los centros de poder en Irak, expulsándola de la administración y de las fuerzas armadas.

Por si fuera poco, la lucha contra Daesh trasciende las fronteras iraquíes y se ha instalado también en la convulsa Siria, donde se libra una guerra civil que enfrenta al ejército de Bashar al Assad con una miríada de grupos insurgentes de todo pelaje (desde laicos y demócratas hasta salafistas cercanos a Al Qaeda) y, cómo no, con el Estado Islámico. Por si esto fuera poco, dos potencias como Irán y Rusia apoyan al régimen alauí de Damasco, lo que complica aún más las cosas.

Ahora a la coalición internacional, con Occidente a la cabeza, le toca decidir de una vez por todas si escoge al tirano Al Assad como el mal menor o, más difícil todavía, si optan por apoyar a quienes quieren derrocar al régimen corriendo el riesgo de que la victoria sea capitalizada por los yihadistas y, lo que es peor, enfrentándose a Rusia. La indecisión que ha demostrado la coalición internacional, y Barack Obama en concreto, no es sostenible mucho más tiempo. Cuando los combatientes del Estado Islámico se atrincheren en Raqa, tendrá que optar por una u otra fórmula. Pero eso le corresponderá ya al próximo presidente de los EEUU. Por el bien de todos, esperemos que esta vez sea presidenta.