Pedro, cara de líder

Fernando Ónega
Fernando Ónega DESDE LA CORTE

OPINIÓN

29 oct 2016 . Actualizado a las 09:58 h.

Hay un nombre propio capaz de oscurecer esta tarde la investidura de Rajoy: Pedro Sánchez. Si vota no, porque rompe la disciplina, cosa que no está bien vista en quien ha sido secretario general. Si se abstiene, habrá dejado de ser coherente con lo predicado durante todo el año, que ha sido el sermón del «no es no». Incluso se especula con una tercera salida, que sería la renuncia a su acta de diputado, cosa que este cronista no cree ni deja de creer. Y para que no falten emociones, mañana puede anunciarle a Jordi Évole sus proyectos de futuro: ¿por qué no presentarse a las primarias y revalidarse como líder del PSOE?

Le están tentando. Recibe cientos de mensajes que le empujan a votar no y encabezar la rebeldía. Las personas más próximas le animan a luchar por la secretaría general y a anunciarlo pronto, antes de que se pierda la memoria. Él empieza a pensar que ganaría, porque tiene mucho apoyo de la militancia. El cuerpo le pide venganza por la forma en que lo han defenestrado. El instinto de conservación le empuja a la batalla, porque sería la única forma de hacerse fuerte, casi indiscutible en el partido. Solo por presentarse, sería el alegrón de Podemos, que estos últimos días defiende a Sánchez como si fuese un héroe nacional. Y si gana, sería todo un golpe al Comité Federal y quizá el gran paso hacia la escisión del socialismo: otro alegrón para Podemos.

Pero un día como hoy, a este cronista le interesa otro aspecto: cómo a un señor se le pone cara de líder y ya no hay quien se la quite. Como secretario general, Pedro Sánchez no se distinguió por su capacidad de renovar y dar vida a un partido anquilosado. Se rodeó de un equipo de leales, pero sin personalidades brillantes. En la campaña electoral de Galicia trabajó mucho, pero no debió de andar sobrado de ideas, porque los mensajes que trascendían eran de Gobierno de progreso y otros tópicos. Y en cuanto a los resultados, se le pueden disculpar porque tiene una competencia (Podemos y Ciudadanos) que no tuvieron los anteriores candidatos socialistas, pero fueron un constante descenso.

Sin embargo, ahí lo tenéis: rodeado de cámaras, haciéndose selfies por la calle, reclamado y objeto de deseo de muchos analistas. Se le puso cara de líder, y el Comité Federal le prestó aureola de mártir injustamente sacrificado porque no lo quería Susana Díaz o ultimaba el Gobierno alternativo. Solo le falta que cuaje la idea (de Podemos) de que lo echó la banca en una conspiración de la casta para mantener privilegios de clase, y lo volvemos a tener como aspirante al poder. Si esto lo diseñase un gabinete de imagen, cobraría millones de euros. Pero ha surgido como se lo he contado: de forma natural. Tiembla, Susana.