Rajoy en el trono de hierro

César Rodríguez Pérez
César Rodríguez JUEGO DE TRONOS

OPINIÓN

31 oct 2016 . Actualizado a las 09:06 h.

Se acabó la interinidad. Tenemos presidente. El Gobierno dejará de estar en funciones. Podemos guardar en cualquier castillo ruinoso del despoblado interior de Galicia el fantasma de las terceras elecciones. Pero habrá que explicarle que solo es un pase temporal a la reserva, que tal vez haya que invocarlo antes del 2020. Porque Mariano Rajoy seguirá sentado en el trono de Moncloa, pero ese sillón ha cambiado mucho. Y se ha vuelto inestable, incómodo y peligroso.

Ahora es un trono de hierro, forjado con mil espadas churrascadas por fuego de dragón. Y como ocurre en los siete reinos de George R. R. Martin, otros -tanto amigos como enemigos- lo codician.

Lo quiere Albert Rivera, que nunca ha dejado de mirarse al espejo anhelando que en España se dé una carambola a lo Borgen y elijamos presidente al líder de un partido minoritario. Lo ansía Pablo Iglesias, que sueña con un cambio de hora descomunal que nos devuelva al mil veces maldito por los suyos bipartidismo, pero con cambio de cromos y con Podemos enfrente del PP. También lo desean el príncipe o la princesa que surjan para ponerse al frente del PSOE en un congreso que va a ser fundamental en los próximos años. Malas noticias, Susana Díaz. Parece difícil pensar en cualquier liderazgo sin presencia en la Cámara baja. Los socialistas tenían la llave del Gobierno. Tragado y atragantado el sapo de la abstención vergonzante, aún son dueños de la de la gobernabilidad.

La legislatura será agitada. Y puede durar poco. Rajoy y el PP tendrán que cambiar el chip. Y tal vez a su portavoz parlamentario. Necesitan un muñidor de mayorías. Alguien que sepa girar el cubo de Rubik de la aritmética parlamentaria. que haga el papel de Rubalcaba en el primer mandato de Zapatero.

También tendrán que cambiar de planteamiento los otros partidos si quieren aprovechar la oportunidad de alcanzar pactos duraderos en asuntos fundamentales para la ciudadanía (educación, Estado de Bienestar o pensiones, por ejemplo). Habrá que olvidarse de jugar a los buenos y malos. Lo siento por los que ven el mundo polarizado en blanco y negro, pero manda el gris.