Apocalypse Soon I: nuestro final se acerca

OPINIÓN

09 nov 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

Nuestro mundo llega a su fin; ¿estás haciendo algo al respecto?.

Claro que, como en la fábula de Pedro y el lobo en la que el primero malgastó la capacidad de reacción de sus vecinos bromeando con falsas alarmas, parecemos estar habituados a los relatos apocalípticos, lo que podría suponer, en este caso, nuestra condena.

El hecho de que un equipo científico multidisciplinar, en colaboración con la NASA, haya detectado recientemente un «agujero negro» que podría engullir nuestra relativamente confortable existencia en pocas décadas, es un hito que está poniendo a prueba nuestra capacidad de afrontamiento colectivo frente al desafío definitivo.

Tal vez haya llegado el momento de empezar a pensar qué vamos a hacer con el resto de nuestras vidas.

Con la esperanza de haber logrado cierto nivel de atención, de alerta incluso, debo decir que no se trata de una superlativa concentración de masa la que nos amenaza, sino un «sumidero moral», entendida la moral como Bien Común. Un abismo resultante de un modelo económico arrastrado hacia una deriva financiera especulativa que, ajena a sus efectos sobre la biosfera, sigue una retroalimentación positiva guiada por el lucro indiscriminado de un sector muy restringido de la economía (la «élite extractiva») y nos está llevando, aceleradamente, hacia el colapso de nuestra civilización.

Efectivamente, un equipo de las Universidades de Maryland y Minnesota (EEUU) en colaboración con el Goddard Space Flight Center de la NASA ha elaborado un modelo de pronóstico a partir de un complejo análisis de variables implicadas en el colapso de civilizaciones que nos precedieron en la historia, junto a actuales indicadores demográficos, económicos y ecológicos. El proyecto HANDY (Human and Nature Dynamics) está basado en un modelo «depredador-presa» al que se añaden los factores de «riqueza» y «desigualdad económica».  Establece diferentes escenarios a partir de la estimación de la «capacidad de carga del planeta» y la «situación de equilibrio sostenible». Exponen, entre otras conclusiones, que, actualmente, se dan dos tendencias que hacen insostenible nuestra civilización: la sobreexplotación de recursos y la creciente desigualdad en el acceso a los mismos. Situación para la que el modelo pronostica el colapso en décadas. Y señala a la reducción significativa del consumo de recursos y a una distribución más equitativa de los mismos como posible remedio.

Y no son los primeros en hacer este tipo de advertencias; dos estudios más:

El comité científico asesor del gobierno británico publicó un estudio titulado «La tormenta perfecta» en el que, a partir del análisis de factores como el cambio climático, población, agua, alimentos y energía, se expone que, dependiendo de la gestión que se haga de los recursos en los próximos años, podríamos encontrarnos con ese sinónimo del colapso.

A partir de numerosos estudios, The Equality Trust muestra una nítida correlación entre desigualdad económica y numerosos problemas sociales que constituyen parte del origen de una tensión social creciente.

Este es el abismo, en fin, que está engullendo las posibilidades actuales y futuras de una vida digna -acorde a los Derechos Humanos- de un sector muy amplio de la población mundial. Agujero del que «La Crisis», que desde hace casi una década está causando notables mermas en la calidad de vida y los derechos sociales de media Europa, es la manifestación más próxima.

Sin embargo, a pesar de las evidencias, perseveramos en la autodestrucción. Debe haber razones por las que mucha gente sigue confiando en este modelo económico; razones de las que pueden dar cuenta la psicología y la sociología, entre otras disciplinas.

De forma anecdótica diré que recientemente, estando en el Parque de Atracciones con mis hijos, observé, mientras avanzamos penosamente por innumerables vueltas de barandilla, cómo la gente hacía, entre inquieta, divertida o resignada, una cola de más de hora y media para montar en una montaña rusa cuyo recorrido dura exactamente un minuto. La anticipación de ese minuto de «revolcón» neurofisiológico, del que la adrenalina es la representante más popular, parece neutralizar una espera que, en circunstancias cotidianas, justificaría motines y desvanecimientos. Por cierto, la atracción por cuya cola nos dejamos arrastrar se llama «Abismo».

¿Qué fenómenos psicosociológicos pueden explicar esta resignación colectiva ante la agonía del Estado del Bienestar? Esbozaré algunos en los próximos capítulos.

¿Y la próxima semana?.

La próxima semana hablaremos del gobierno.