Trump no detiene al clima

Raúl Romar García
Raúl Romar AL TIEMPO

OPINIÓN

10 nov 2016 . Actualizado a las 08:00 h.

Años y años de esfuerzos, millones de horas de negociaciones interminables en reuniones que se vienen celebrando desde hace más de dos décadas y el trabajo de miles de científicos que aportaron evidencias irrefutables fueron necesarios para que el mundo alcanzase el primer acuerdo global para luchar contra el cambio climático. Fue un compromiso histórico que entró en vigor hace apenas dos semanas y que ahora amenaza con convertirse en papel mojado por culpa de un analfabeto científico que niega el calentamiento global porque en Los Ángeles hace mucho frío o que cree que el concepto del cambio climático es un invento de los chinos para perjudicar la competitividad de la industria estadounidense.

Si Donald Trump cumple con su promesa de cancelar el Acuerdo de París en sus primeros cien días de Gobierno y de anular el plan de energía limpia aprobado por su antecesor para reducir las emisiones de efecto invernadero, es muy probable que todo el esfuerzo haya sido en vano. Es cierto que el tratado impulsado por la ONU no necesita para mantener su vigencia de la participación de Estados Unidos, ya que ha sido blindado con la ratificación de más de 55 países que en su conjunto liberan el 55 % del dióxido de carbono que recibe la atmósfera, pero sin el empuje de la primera potencia mundial es presumible que China, Rusia o la India, los otros grandes contaminadores, sigan el mismo ejemplo. Esta fue, de hecho, una de las causas de la limitada acción del anterior Protocolo de Kioto. Y Trump, aunque tenga que esperar cuatro años para desengancharse oficialmente del Acuerdo de París, sí puede dejarlo sin efecto en la práctica. Le basta con no hacer nada, porque los compromisos de reducción de emisiones son voluntarios. Y sin la financiación de EE.UU. tampoco es probable, por no decir imposible, que a partir del 2020 se logren los 90.000 millones de euros anuales para ayudar a los países en desarrollo a mitigar y adaptarse a los efectos del cambio climático. Trump presenciará cómo miles de personas mueren en África por sequías cada vez más extremas. Pero no creerá en el calentamiento global hasta que San Francisco se inunde. Pero será demasiado tarde.