Tumor en el corazón del imperio

Fernando Salgado
Fernando Salgado LA QUILLA

OPINIÓN

10 nov 2016 . Actualizado a las 08:00 h.

El 5 de marzo de 1933, más de 17 millones de alemanes -el 44 % del censo electoral- votaron al partido nazi de Adolf Hitler, sepultaron la República de Weimar y franquearon la puerta al Tercer Reich. El 8 de noviembre de 2016, más de 59 millones de estadounidenses -el 47,5 % de los electores- convirtieron a Donald Trump en presidente de la primera potencia militar, económica e ideológica del mundo. Yo mismo estoy espantado del paralelismo que acabo de establecer. No puede ser, me digo, que el tumor detectado ayer en la médula del sistema derive en metástasis como sucedió ocho décadas atrás. Los tiempos son otros, las democracias occidentales semejan irreversibles y nunca compartí la teoría circular de la historia, pero ese razonamiento no ahuyenta el miedo. Y el escalofrío sigue incrustado en la espina dorsal.

Lo que asusta no es la figura del Trump racista, machista y antisistema. Lo que genera pavor es que un personaje de tales características, de las que hizo alarde durante toda su vida pública y le funcionaron como señuelo electoral, cuente con el respaldo de los estadounidenses. El ricachón que no paga impuestos desde hace tres lustros, rechaza el libre comercio, pretende eliminar el modelo sanitario de Obama y desprecia las vacunas, recibe el pláceme de la mitad de sus conciudadanos. El macho que menosprecia a las mujeres porque «son, en esencia, objetos estéticamente agradables» y «la leche materna es repugnante», obtiene votos femeninos. El racista que insulta a las minorías étnicas, promete construir un muro de la vergüenza de 3.000 kilómetros y se propone deportar a once millones de inmigrantes indocumentados, goza del favor de tres de cada diez hispanos.

¿Cuántos judíos votaron por Hitler en 1933?, me pregunto. ¿Son los Estados Unidos un Estado fallido?, se preguntaba ayer, perplejo y desorientado, Paul Krugman. Pero el cáncer no se circunscribe al corazón del imperio, se propaga también por la vieja Europa, a partir de ahora impulsado desde la Casa Blanca. El monstruo crece y el año próximo comprobaremos su fortaleza en tres países centrales de la eurozona: Holanda, Francia y Alemania. En Holanda, todas las encuestas vaticinan la victoria del xenófobo Gert Wilders. En Francia, el Frente Nacional de Marine Le Pen cuenta con inmejorables expectativas. En Alemania, la ultraderecha afronta las elecciones más fuerte que nunca. El británico Nigel Farage resume la euforia que embarga al fascismo en auge tras la victoria de Trump: «El 2016 pasará a la historia como el año de las dos revoluciones. El brexit fue grande, pero parece que esto va a ser aún más grande». Dios nos coja confesados.

Temerosos e indefensos, aquí, en la periferia del imperio, solo nos cabe rogar al supremo hacedor que, al igual que los políticos del establishment que desprecia, Trump incumpla sus promesas y retire sus amenazas. Ojalá todo quede en mera hipérbole, como dice uno de sus asesores.