Todo sea por la democracia

Rosa Paíno
Rosa Paíno TRIBUNA

OPINIÓN

11 nov 2016 . Actualizado a las 09:09 h.

Barack Obama hizo ayer de tripas corazón e invitó a la Casa Blanca al hombre que lo definió como «el presidente más ignorante de la historia», que puso en duda su nacimiento en EE. UU. -lo que lo inhabilitaría para ser jefe de Estado- y que dijo, nada menos, que era el fundador del Estado Islámico. Donald Trump tampoco debía de estar muy emocionado con estrechar la mano de aquel que aseguró de él hace escasos días que no estaba cualificado para ser comandante en jefe. Todo sea por demostrar que la democracia estadounidense sigue intacta pese a la embestida del populista. Hay demasiadas cosas en juego.

Los exquisitos modales no ocultaron la tensión y las diferencias entre ambos. Algo que se ocupó de resaltar el portavoz, Josh Earnest, en la rueda de prensa posterior: «No han resuelto sus diferencias, ni tampoco lo han intentado». Obama sigue opinando que Trump «no está cualificado para ser presidente, pero ahora ya no importa su opinión». El único objetivo es facilitar la transición de poder en la Casa Blanca, pese a que sabe que su sucesor se embarcará en desmantelar su legado.

El presidente demócrata está siguiendo el guion establecido desde la fundación del país el 4 de julio de 1776. Un civismo elogiable en medio de un gélido ambiente. No hubo la esperada foto de los dos matrimonios juntos. Tampoco de la entrada del presidente electo en la Casa Blanca. Para la posteridad solo quedará la pose inexcusable tras la reunión. El magnate evitó a los periodistas tanto en su avión como a su entrada en el recinto. También a los manifestantes que lo recibían en la entrada al grito de «Not my president». Un lema que amenaza con acompañarlo en los próximos cuatro años.