El efecto norteamericano

OPINIÓN

17 nov 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

En estas últimas semanas en los Estados Unidos nos hemos encontrado con un gran deseo de ruptura, de regreso a otros tiempos, y con una melancolía étnica en la que todo lo blanco es lo mejor. Ha aparecido una gran dimensión pasional que se ha asociado al efecto norteamericano.

Este producto, que se ha ido fabricando desde hace algunas décadas, ha hecho desaparecer a todo tipo de fantasía; de repeticiones lúdicas de antiguas manifestaciones culturales, sobre todo visuales; de todo lo que tiene que ver con un lugar agradable para vivir los de siempre y con los de siempre. Es decir el votante ha dejado de lado su imaginación y ha escogido utilizar ese viejo concepto americano de la frontera, al que ha dado la vuelta al revés, para rechazar cualquier idea que tenga que ver con la deslocalización, globalización, transnacionalización, etc.

El votante normal se ha sumergido en la noción de frontera llena de contenidos geográficos, morales y espirituales. Por eso, el ciudadano se ha quedado seco dentro del mundo más familiar y conocido posible, quitándose de encima muchos problemas, algunos imaginarios, que han impregnado una sociedad desconectada del mundo real y sumisa para nadar en el pesimismo.

Todos los relatos que se vieron y oyeron durante bastante tiempo en Norteamérica llevaban la idea de la frontera, que cuida de los de dentro y no deja pasar a los de fuera, aunque piensen en identificarse con ellos. No se ha querido entrar en otra reconquista del territorio, ya se hizo una vez y se llegó a la guerra civil. Pero es cierto que también se ha terminado el relato del viaje utópico del norteamericano en busca del bienestar. Las transformaciones que están ocurriendo en el mundo han afectado a esas tierras y a la tradición pensada durante tiempo, que ahora parece haberse roto. Lo que antes parecía fundamental, ahora se ha resquebrajado a base de un nuevo relato social, en donde cada persona se encuentra mucho más aislada que nunca. De aquí que el votante norteamericano semeja haber perdido su identidad alterado por circunstancias externas que ya no domina. Ya no hay espacios simbólicos de meditación, que de alguna manera hagan pensar de forma positiva y con la noción de un mundo mejor de futuro.

En este último tiempo se ha eliminado la diversidad interior y se ha llegado a la idea de un pensamiento único que empapa la decisión de votar para desplazar al diferente. Al final hasta la novela norteamericana con autores muy conscientes de su mundo refleja las temáticas que han construido la situación actual, hablando del hombre y mujer errantes, del exilio, de la alteridad, de la diversidad, de la movilidad y pluralidad que tanto ha desgastado al norteamericano de a pie, que solo desea vivir en un sitio tranquilo y atender a su negocio u oficio.

Alguien ha desmontado poco a poco del imaginario norteamericano el asunto que parece ha obligado a muchas personas a tirarse al mar del caos para nadar hacia unas playas desconocidas.