Menos mal que es Cifuentes

Luis Ordóñez
Luis Ordoñez NO PARA CUALQUIERA

OPINIÓN

20 nov 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

Es una suerte que haya sido Cristina Cifuentes, presidenta de la Comunidad de Madrid y miembro del Partido Popular, la que haya defendido esta semana que son los territorios y no las personas las que pagan impuestos y que el flujo de fondos desde las rentas más privilegiadas a las más precarias es una muestra, no de justicia social, sino de caridad y sopa boba que tiene que ir terminándose ya. De lo contrario, si no lo hubiéramos escuchado de su boca en un pleno madrileño, sino saliendo del fondo de una caja torácica cubierta de una americana negra sobre camisa negra, con un cosmopolita rostro con gafas de pasta propio de un diputado periférico; igual, a lo mejor, el argumento no hubiera sonado como la tesis profundamente reaccionaria que es, sino como una boutade vanguardista, una muestra ejemplar de un cierto progresismo de moda que aparca siempre las cuestiones sociales frente a cualquier otro artefacto intelectual pero es que vosotros no lo entendéis, que estáis anticuados. Que no sois guays. 

El caso es que lo dijo Cifuentes. Lo que dijo es que las comunidades donde la recaudación es mayor están un poco hartas ya de poner para las necesidades donde los ingresos son más bajos; y además esta circunstancia será así no por razones históricas, sociales e incluso geográficas, sino porque en las comunidades más ricas vive gente más interesante, que hace las cosas mejor, no como los patanes que se empeñan en arrastrarse por las provincias siglo tras siglo. Qué pintorescos.

Pero Madrid no se hizo capital porque fuera una ciudad pujante, avanzada, llena de iniciativas empresariales. Sino que si logró rozar algo de todo esto es porque ya era la capital, y con ella iban los ministerios, las sedes centrales de grandes compañías. Para cruzar España de norte a sur o de este a oeste tenemos que pasar necesariamente por Madrid, porque allí deben confluir obligatoriamente todos los caminos. Para conocerse, los españoles de uno u otro litoral, tienen que verse imperativamente a través de canales mediados en el centro; inevitablemente cuando los tertulianos de la capital tienen que opinar sobre cualquier asunto que suceda a dos kilómetros de La Castellana hacen el mayor de los ridículos porque lo desconocen todo acerca del mundo más allá de sus autopistas radiales. Madrid, con un 6% de la población del país (un porcentaje superior a otras capitales europeas), recauda tanto por el impuesto de sociedades que puede permitirse hacer dumping fiscal a otras comunidades eliminando el tributo de sucesiones, el pago de los más afortunados. Se ha actuado literalmente desde la CAM como un paraíso fiscal interior que trata de atraer con golosinas fiscales a los más privilegiados, menguando la recaudación de esas oscuras provincias donde lo que no es niebla son mosquitos.

Menos mal que todo esto lo ha dicho Cifuentes, menos mal que podremos decir bien alto que quien paga impuestos son las personas y no los territorios, y que está muy bien que paguen más los que más tienen, independientemente de dónde vivan, para cubrir las necesidades de los más desfavorecidos a pesar de cuál sea su domicilio. Menos mal que podremos llamar retrógrado a lo que lo es. De otro modo, si no lo llega a hacer la presidenta madrileña ¿quién sabe qué estaríamos escuchando?