Como apoyo a Alberto Garzón en su apuesta estratégica por Unidos Podemos

OPINIÓN

21 nov 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

Sobre Alberto Garzón, al comunismo no sectario, nos queda por resolver para un apoyo más estratégico, el descernimiento sobre si es limitación teórica o simple táctica, la frase justificativa del dirigente del PCE- IU, por su definición de que «el PCE hizo lo que pudo en la transición, pero no lo que debía» frase que da continuidad a su definición de «soy comunista» proyectada en plena campaña electoral y en una entrevista más reciente, sobre la «crítica al abandono de la ruptura en el 1976 por el carrillismo».

Por todo marxista es reconocido como método científico, que el análisis de un hecho empírico da un valor concreto y que solo la suma de hechos concretos, nos dan un valor determinado histórico real. Como veremos, previo a la primera legislatura de la transición  de las elecciones generales de 1977, los compromisos políticos y programáticos del PCE ya estaban previstos. Su táctica y su estrategia ya venían definidas por su práctica diaria de desmovilización de las masas en sus reivindicaciones de pan, trabajo, libertad y amnistía, solo nos faltaba al movimiento por la ruptura, conocer su alcance político.

Cuestión resuelta en esta primera legislatura del 1977, bajo el gobierno de Adolfo Suárez, defenestrado en el 1981, por las mismas fuerzas políticas que hoy representan al neoliberalismo. El apoyo a la Ley de Amnistía de 1977, con el perdón a los genocidas del régimen surgido del golpe de estado fascista, esclarecía el camino que posteriormente ratificaban con los Pactos de la Moncloa de 1978, que subordinó la movilización obrera a la estabilidad política y económica del sistema para su reforma, el mismo año apoyó la Constitución borbónica, con el objetivo de blindar el predominio de la propiedad privada sobre lo público y finalmente el Estatuto de los Trabajadores de 1979, que introduce el despido libre, arrasando con el derecho conquistado de la readmisión a finales del franquismo y las libertades en los centros de trabajo y fábricas. Las siguientes reformas dejan ya una legislación legal, de un estado español al servicio del futuro neoliberalismo financiarizado euroalemán, ratificado con los acuerdos de Mastricht de 1992. Estos hechos indican una previa estrategia política y no un mal cálculo de la correlación de fuerzas, que le obligó a arrastrarse con el posibilismo.

Dos temas son fundamentales para entender que la suma de los hechos concretos realizados políticamente por el PCE, no responden «a hacer lo que pudo» sino, a que fueron motivados por profundos cambios en lo ideológico y político, que lo conllevaron a traicionar su historial de lucha por una clase y a borrar su memoria histórica: La asunción de la transición pacífica al socialismo, desde las bases del parlamentarismo democrático del sistema capitalista y la consiguiente negación de la lucha de clases, mediante la desmovilización de las masas, sustituyéndola, por la negociación entre las cúpulas políticas y sindicales en las instituciones. Es en lo que se sintetizó, la política de reconciliación nacional, como elementos teóricos revisionistas extraídos del XX congreso del PCUS de 1956, desarrollados tras la teoría de la coexistencia pacífica. La contradicción entre reforma o ruptura tenía en su germen dictado ya la resolución por la reforma. El valor del PCE para el sistema capitalista, estaba en la hegemonía que sobre el movimiento obrero tenía, con la cual pagó, para su reconocimiento político por la oligarquía española, bajo el ilusionismo de que el estado de bienestar occidental sería eterno.

Con este historial y con la realidad existente en el movimiento comunista español, parece evidente, que la recuperación del PCE como partido obrero revolucionario, no será necesario que sea dado por una nueva aceptación de la definición de leninismo liquidado en el VIII Congreso de 1978, vista la escuálida o nula aportación teórica y práctica de los distintos destacamentos que lo tienen acuñado, si no, de la restitución en la práctica, del reconocimiento de la lucha de clases como motor de la historia y las revoluciones sociales y de la necesidad de la construcción de los instrumentos de masas propios y autónomos de la clase obrera, independientes del resto de las clases sociales. Es decir de la asunción práctica de la teoría política del marxismo revolucionario o leninismo como ciencia, fuera de todo dogma filosófico y metafísico, que englobe en su conocimiento, una respuesta total y absoluta de todo lo existente, que es a lo que conllevaron las resoluciones del XX Congreso del PCUS, a gran parte del movimiento comunista internacional. Su modélico final treinta años más tarde da testimonio de ello.

La respuesta adecuada desde estas premisas, obliga a los comunistas y revolucionarios a readaptarse políticamente, a la nueva realidad socioeconómica internacional existente de un nuevo paradigma, que anula toda la realidad anterior existente hasta ahora, incluido el estado de bienestar iniciado en los años sesenta, de forma paralela al proceso de transición a la democracia capitalista. Una nueva realidad que nos sitúa, en una crisis global del sistema capitalista por superproducción, iniciada en la década de los setenta del siglo pasado, que impiden el aumento de los beneficios del capital productivo por más que aumente la inversión de capital, bajo el predominio neoliberal del capital financiarizado especulativo desde la década de los ochenta, actualmente en una profundísima crisis de credibilidad política ante las masas, con la derrota ante el populismo de derechas en Gran Bretaña y EE.UU, bajo la competencia y presión política, económica, financiera y militar, desarrollada por las potencias emergentes, países socialistas y pueblos en lucha, ante la corrupción, miseria y guerras que genera el neoliberalismo.

Los comunistas y los revolucionarios, debemos dar las respuestas desde nuestra inmersión en el movimiento obrero, popular y movimientos sociales que luchan, actualmente representados y dirigidos desde el populismo reformista o nacional de izquierdas, que en España se sitúa en el ámbito de Unidos Podemos. Debemos ser conscientes, que este movimiento es lo más avanzado en la contestación de masas a las políticas neoliberales desde la transición política, pero sus limitaciones teóricas y programáticas, dentro de un proceso revolucionario transformador como única salida favorable al pueblo de la crisis, nos puede llevar al mismo estado de parálisis política y corrupción, que en estos momentos está pasando en América latina, situados en la misma dinámica de gestión obligada del sistema, que al gobierno progresista griego, incapaces de dar el gran salto adelante por la falta de apoyo de las masas. Esta debilidad entre las masas es nuestra gran cuestión a resolver, para avanzar en el proceso revolucionario de conquista de una democracia más avanzada y socialista.

La concreción de este polo de clase en el interior del movimiento por la confluencia por la unidad popular, es la fundamental tarea del movimiento comunista español. La generosidad en la militancia y el despego hacia los cargos públicos, es una de las enseñas del actual comportamiento revolucionario, fundamental para una fase donde para nosotros, el objetivo principal hoy no es ocupar las instituciones con nuestra presencia directa, si no recuperar lo que malamente cedimos a la iniciativa de la burguesía dominante durante la transición: La hegemonía en el movimiento obrero y popular.

Este movimiento nacional, reformista y de izquierdas, en América latina y Europa, es el que confronta con los gobiernos neoliberales, en su empeño de gobiernos fracasados de políticas de austeridad, privatizaciones y de acumulación de capital por desposesión de los bienes y propiedades del pueblo y sus fracasos políticos, son los que abren la puerta al fascismo. Allí donde las fuerzas populares fracasan, la alternativa a los neoliberales son los fascistas como en Gran Bretaña o EE.UU o alternativos como en Francia o Italia, por eso el fracaso de Unidos Podemos sería la victoria del fascismo en España.