30 nov 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

Ya hace días que descansa en camposanto, pero la muerte de Rita Barberá -junto a la de Fidel Castro- sigue llenando páginas y tertulias.

Minutos después de su muerte, cuando el cuerpo aún seguía caliente, Pablo Iglesias Turrión mensajeaba a todos los miembros de su grupo en el Congreso diciendo que se ausentaron del minuto de silencio que se iba a guardar por la muere de Rita. En la 'M30' (el pasillo que rodea al hemiciclo) Iglesias perdió toda la elegancia y entereza moral, la poca que la quedaba y que algunos le presuponían. Qué se puede esperar después de la portada de la Vanity Fair haciendo el payaso mientras hacía las pruebas de un esmoquin y con una Mahou en la mano. Dijo que le encantaban los disfraces, y eso era lo que había sido la portada. Que le encanta disfrazarse muchos nos hemos dado cuenta, no hay más que verle hacer política, no ha hecho otra cosa desde que abandonó las tertulias y pasó a la política real. Aquello que todos reprenden, critican y recriminan no deberíamos eliminarlo por completo, porque es como somos realmente, el signo de singularidad personal. Y la tropa podemita, pese a hacer muy bien de «Mortadelo», les brotan las taras como a un almendro las flores en primavera.

España es un país que ha tratado históricamente bien a sus muertos, siempre mejor a los del bando vencedor. Y este rasgo definitorio del pueblo español raya la infamia: la muerte no blanquea un pasado y la historia no absuelve a nadie; deben de ser las víctimas quienes lo hagan. Hay que repudiar y escupir sobre la corrección política.

La muerte de la señora Barberá no le granjea un pasaporte en el Olimpo de la política, y no creo que merezca estar en él. Pero la verdad es que fue una señora libre de todo delito y a la que investigan por el blanqueo de 1000 euros. Todo lo demás son sospechas y rumores, a los que no conviene dar veracidad sin estar demostrado. Los que se retiraron del minuto de silencio no entienden que en la política son contrincantes y no enemigos, que no se puede hacer del fallecimiento de una persona un acto político y usarle a modo de revanchismo. El cainismo y el odio, una vez más, brotando en los escaños.

RB era uno de esos dinosaurios de la política española, empezó en la Alianza Popular de Fraga. Era un resto de olor a naftalina y a repollo, de los muchos que aún quedan, en la derecha. Gobernó con mano de hierro y revolucionó Valencia. Persona conformista y local, rechazó un posible Ministerio por quedarse en el terruño. Se oponía al matrimonio homosexual y al aborto. Un joven cachorro del PP me dice: «un perfil muy cercano a Don Manuel Fraga, pero más vaga, más tonta; muy campechana y  menos dotada de forma natural para la política». Y menos mal, porque 24 años estuvo en Valencia encadenando mayorías absolutas y poder, y regalando el Gobierno de España a sus jefes.

Rafael Hernando y Celia Villalobos, de lo más canalla que puede encontrarse en política, purgan sus culpas echando la culpa a los medios de la muerte de Barberá. Un signo más de decadencia política, como si los medios se inventase algo, y no, simplemente, estuviesen narrando lo que le sucedía a esta señora. El Partido Popular renegó de Rita hasta la saciedad, la negaban una y otra vez, se pudo ver como en el inicio de la legislatura nadie conocía ahora a la valenciana; y lo peor de todo es que no sólo era en público. Las imágenes nos mostraron a un Fernando Maillo con los ojos húmedos en su escaño. Quizá Fernando recordaba su viaje hasta tierras valencianas pera convencer a Barberá de su salida del partido. Ella abandonó las filas populares pero no el acta de senadora. Se sintió traicionada por aquellos a los que había dedicado su vida. Maillo, quizás, al pisar Valencia, recordase cuando era el «rey» de tierras zamoranas y acudía a las Fallas, a comer paella y beber buen cava; estoy seguro de que así fue, y algún que otro suspiro se escapó de su cuerpo.

Hernando echando la culpa de todo a La Sexta y Cuatro, muchos populares haciendo acto de constricción y ponderando a Rita como si fuese una diosa, el Hotel Villa Real filtrando la última cena de RB. Todo esto y más, hacen que la historia pida a gritos ser novelada por Chirbes. Mientras tanto, no son sino muestras de la podredumbre que nos  envuelve; y que en política, que es la vida, parece que vale todo.