A toda velocidad hacia ninguna parte

César Casal González
César Casal CORAZONADAS

OPINIÓN

29 nov 2016 . Actualizado a las 08:32 h.

Las tarjetas echan humo. El clic del ratón está hundido. Ahora venimos del Black Friday. El año entero es una oca: del Halloween al ciberlunes, a tiro de la Navidad. Cada vez hay más tentaciones para gastar un dinero que no tenemos y para comprar, la mayoría de las veces, de forma compulsiva, objetos que no necesitamos. Necesitamos oxígeno. Necesitamos que el corazón bombee sangre. Necesitamos amor. Pero no es verdad que precisemos tantas cosas. Antes vivíamos sin móvil y nadie ingresó en un hospital por no tener uno de esos teléfonos. El órgano crea la necesidad. Ahora estamos convencidos, y confundidos, de que no podemos vivir sin uno de esos aparatitos en el bolsillo. Más bien, en la mano, porque no dejamos de mirarlo nunca. Leemos un montón de mensajes que solo nos aportan datos basura. Es el festival del capitalismo. O lo que algunos pensadores denominan, con gran talento, el turbocapitalismo. Turbo, porque la velocidad es otro de los rasgos que nos está hundiendo. No hay tregua. Ni concesión al respiro. Somos vorágine. Ya está dicho. El consumo nos consume. Compramos nuevas aplicaciones que nos complican. Todo para recibir más mensajes, más mensajes y más rápido, para no ir a ningún sitio. Creemos que, desde el móvil, movilizamos nuestras vidas y es justo al revés. Desde el móvil, cada vez nos movemos menos, hablamos menos, nos tocamos menos. El libro del mexicano Luciano Concheiro, que ha sido finalista del Anagrama de ensayo, titulado Contra el tiempo, argumenta la locura en la que estamos. Esa velocidad que nos roba el tiempo. Reivindica Concheiro el instante. Ese presente, que se llama presente, porque es un regalo. El instante es total. La velocidad no tiene cabida en el instante. Tenemos que volver a valorarlo. El instante es dónde y cuándo nos están sucediendo las cosas y nuestra responsabilidad es decidir a qué o quién se lo entregamos. El calendario de compras se multiplica hasta el infinito, pero nosotros somos finitos. Compramos y no sabemos que, compra a compra, vendemos el alma. Haciendo sin pensar nos deshacemos.