Cataluña, el truco del almendruco

Fernando Ónega
Fernando Ónega DESDE LA CORTE

OPINIÓN

30 nov 2016 . Actualizado a las 08:33 h.

Mientras la vicepresidenta Sáenz de Santamaría prepara su estrategia para quedar como la estadista que salvó la unidad de España en Cataluña; mientras el presidente Núñez Feijoo pide a su jefe político, el señor Rajoy, más teléfonos y menos líneas rojas para rebajar la tensión con esa comunidad autónoma, y mientras las encuestas indican que desciende alguna décima la voluntad popular de separarse de España, los independentistas (que son el Gobierno catalán y la mayoría parlamentaria) siguen con su hoja de ruta sin más preocupación que esta: ver con qué trucos y engañifas consiguen evitar los vetos del Tribunal Constitucional. A eso dedican su tiempo, su inteligencia y su imaginación.

Ayer, el señor Oriol Junqueras, gran padre filosofal de la república catalana, presentó los presupuestos de la Generalitat del año 2017 e incluyó en ellos una partida de 5,8 millones de euros para «procesos electorales y participativos». Y después se quedó tan ricamente al preguntar a los asistentes al natalicio de las cuentas: «¿Dónde está presupuestado el referendo?». Parecía uno de esos magos que dicen a su público: «Nada por aquí, nada por allá» y de pronto aparece en su mano una blanca e inocente paloma en forma de consulta popular. ¡Gran ingenio político! ¡Gran capacidad de prestidigitador! Todo el mundo ve que es la partida del referendo que exigen los antisistema de la CUP para apoyar los presupuestos. Pero ellos se creen tan sabios y tan astutos, que el Tribunal Constitucional será el único en no verlo. ¡Se la hemos metido doblada!, dirán mientras abren botellas de cava que ya tienen a enfriar.

Y ahí tenemos otra vez los resultados de muchos años de pensar que el soberanismo de Cataluña es un entretenimiento y de no hacer nada desde la Administración del Estado: los independentistas avanzan a su manera en su proyecto. Destinan a la construcción de su Estado propio y soberano un dinero que después repondrá el Estado español a través del Fondo de Liquidez Autonómica. Y un grupúsculo con diez modestísimos escaños en el Parlament (la CUP) parece que tiene la mayoría absoluta. Desde luego, tiene la mayoría suficiente para imponer sus caprichos y condiciones -también sus odios a España- a la coalición gobernante.

¿Qué le dirán ahora a la vicepresidenta? ¿Eso mismo de que no aparece la palabra referendo? ¿O le dirán aquello de «no se preocupe, señora, solo es para que la CUP apruebe el presupuesto, pero no vamos a hacer nada»? Veo estos trucos, asisto esperanzado a los propósitos de diálogo de Sáenz de Santamaría, escucho los buenos consejos de Feijoo, pero no puedo evitar una sensación: el tren de la independencia no se detiene y quizá sea tarde para intentarlo detener.