Continuación del debate sobre la reducción de la jornada laboral

OPINIÓN

17 dic 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

Preocupado por la solución del desempleo, como supongo que la mayoría de los ciudadanos, escribí algunos artículos al respecto. En ellos manifesté mi convencimiento de que solo con la reducción significativa de la jornada laboral y sin perder poder adquisitivo, se puede atajar la lacra del desempleo y con ello las miserias que conlleva.

Ello me permitió hablar con algunas de las personas que los leyeron y así conocer sus opiniones. De las percibidas, todas muy valiosas, destaco  la referida a las dificultades para llevarla a cabo. Su visión de la situación actual de la clase trabajadora les inclina a que, aunque sea imprescindible  para atajar el paro, ven muy difícil la lucha para cambiarla, generándoles una especie de parálisis, como si no se supiese que hacer o por dónde empezar.

Y efectivamente, es muy difícil y complicado, pero nunca fue fácil, ni sencillo. La debilidad en que se encuentran los trabajadores y las clases populares es verdaderamente grave. Hay varias cuestiones que nos traen hasta aquí:

- La transformación de la clase trabajadora. Los trabajadores de la industria eran el  mayor número en la composición de la clase trabajadora, ahora ese lugar lo ocupa el de servicios;

- Los cambios geopolíticos y sociales habidos en el mundo, y la brutal transformación económica;

- La actual crisis económica, sorprendente para la mayoría de la sociedad.

Creo que todo ello, nos explica, en buena medida, el constante debilitamiento ideológico y organizativo que la clase trabajadora padece. Ésta necesita renovarse en ideas y pautas organizativas. Para eso necesitará su tiempo. Le costará salir, pero saldrá, es cuestión de supervivencia colectiva y personal. En la India llegaron a ponerse en huelga 150 millones de trabajadores el día 02/09/2016, así que no hay nada imposible, salvo lo que no se intenta.

A esa parálisis, también contribuye nuestra historia reciente. Hemos vivido una cierta luna de miel que, aunque casi nunca tuvimos pleno empleo, era más tolerable (me refiero a los países desarrollados). Después de la Segunda Guerra Mundial, se había tenido que reconstruir todo lo destrozado y,  por lo general,  era relativamente fácil encontrar empleo. A esto se unió que la clase trabajadora, participante activa en el derrocamiento del fascismo, en la Segunda Guerra Mundial, adquirió un reconocimiento social muy importante y, sobre todo con sus luchas, consiguió arrancar mejoras en su situación económico-social y política. Es lo que se suele conocer por la mal llamada sociedad de bienestar. Esto también proporcionó un potente desarrollo económico, así como un aumento considerable de las llamadas clases medias, potente sector del consumo.

La acelerada implantación de las nuevas tecnologías que progresivamente se iban conociendo fue incrementando incesantemente la producción y pronto se fue detectando la incapacidad del mercado para consumirla. Había que aumentar el consumo para poder vender y el capital financiero recurre a la extensión masiva de los créditos creando un desenvolvimiento especulativo de la economía. Todo el mundo se empeñó hasta las cejas para comprar el piso, el coche, ir de vacaciones o el cumple años del niño. Un filósofo del siglo XIX decía que no se piensa igual en un palacio que en una barraca. Posiblemente ese cambio de mentalidad y menor empuje de la clase trabajadora tenga que ver con ese consumismo desaforado, como si se pensase que todo el monte era de orégano. Se creía que trabajando se iría pagando los créditos, no se pensaba en los masivos despidos que podían llegar. Pero la crisis lo desbarató todo. Lo que nos queda son pérdidas de derechos adquiridos, deudas, desempleo, desigualdad, miseria, sufrimiento, desesperación y desconcierto. ¡También más millonarios!

Puede que ese período transitorio nos confunda y haga pensar a mucha gente que esta situación de crisis es pasajera. Pero la crisis del 29 (salvando las distancias), de parecidas características y en la que también nos intentaron engañar con la repetida salida a la vuelta de la esquina, a lo que nos condujo, no fue a la esquina, sino al centro mismo del infierno, a la segunda guerra mundial. Ahora no se sabe dónde acabaremos. Sólo señalar que, con el constante crecimiento de partidos y movimientos fascistas y el actual incremento desestabilizador de países, con varios de ellos en guerra, la cosa no pinta nada bien. La elección de Trump, como presidente de los EEUU, es un aviso más.   

De todas formas, aunque no lleguemos a una situación semejante, y ojalá sea así, resulta inimaginable un próximo futuro del mundo (en el que la productividad seguirá creciendo exponencialmente) con la misma jornada  de 40 horas semanales que tenemos ahora, pues sería una sociedad con inmenso desempleo, demasiado cruel y socialmente insoportable, por muchos parches que le pongan y sean quienes sean los que gobiernen, como gobiernen y bajo qué sistema gobiernen. Por lo tanto no es un problema de opción, ni de pasar del tema, esperando que nos caigan del cielo buenos y muchos empleos y que el desempleo sea algo definitivamente  del pasado. Que sepamos, del cielo nos cae la lluvia, pero empleos...

¿Por dónde continuar el camino empezado?

Antes de nada, creo que estamos todavía en la fase de debate e información.  A partir de aquí planteémonos por dónde continuar.

Este debate está más avanzado en otros países como Inglaterra o Alemania, sobre todo, también en los del norte de Europa. En España, aunque nos parezca mentira y a pesar del montón de parados que tenemos, estamos muy rezagados.

Se trata, pues, de elevarlo al máximo, de ampliar la divulgación al respecto. Pienso que es la etapa por la que hemos de pasar para que llegue a ser una reivindicación generalizada y de primer orden,  en los centros de trabajo, en la calle, en la sociedad, etc. Para ello planteo en este artículo algunas sugerencias de lo que podemos hacer:

-Algunos partidos políticos tienen en su programa la reducción de una jornada laboral significativa (25 y 30 horas semanales) y en cambio, a la hora de tratar la solución del desempleo, no aparece por ningún lado. Se quedan en meros planteamientos nacionales y cortoplacistas, con propuestas de reorganizar mejor la política económico-social de cada país. No niego que eso sea necesario, pero si no reducimos la  jornada laboral, mundialmente, no hay nada que hacer. Por otro lado, competir a ver quién lo hace mejor, hasta ahora nunca nos llevó a buen puerto. En vez de tanto practicar la competitividad, practiquemos un poco más la solidaridad. Soy consciente de que a nivel nacional (de España o cualquier otro país) es un tema irresoluble, como sucede con el cambio climático y otras muchas necesidades que la humanidad ha de resolver. Si necesita una solución internacional habrá que plantearlo a ese nivel.

Y en este sentido, los partidos que quieran, de verdad, avanzar hacia la reducción del desempleo a través de la reducción de la jornada, pueden dirigirse a organismos internacionales, como la ONU, la OIT, la CEE, etc.; a los parlamentos nacionales para que eleve la petición a otras instancias internacionales. Promover que los parlamentos de las comunidades autónomas y los ayuntamientos saquen resoluciones en esa dirección, etc. Todo ello contribuiría a la difusión y al debate sobre el tema, la finalidad que ahora mismo se persigue. También podían promover foros de debate, por ejemplo a nivel europeo con otros partidos y parlamentarios que puedan participar de la misma idea, o con intelectuales, etc. Esto sería como un portavocía permanente.

-Lo mismo digo para los sindicatos. Algunos de ellos también mantienen en su programa la reducción de la jornada. Esa atención diaria a los problemas que se les presentan no les puede impedir dedicar atención a la reducción de la jornada laboral, para atacar el desempleo. La experiencia de los planes activos de empleo y demás medidas en los que están tan enzarzados, con tan pírricos resultados, solo son paños calientes, en el mejor de los casos.   

Tenemos la OIT, sindicatos a nivel mundial, europeo, nacionales, de sectores, etc. Debemos obligarles a que se mojen. No pueden estar mirando a la luna cuando el paro no deja de crecer, cuando los salarios descienden imparablemente y las condiciones laborales, en algunos casos, tienen ya más de esclavas que de dignas. La desorientación de la que tanto se habla y el preocupante deslizamiento de la sociedad hacia la extrema derecha, seguro que tiene mucho que ver con ese crecimiento constante del desempleo, la precariedad, la pobreza y demás secuelas. Ese incremento del fascismo, es otra razón más que nos obliga a poner freno al desempleo.

-Solamente en España tenemos una gran cantidad de organizaciones de desempleados. Los parados son los más afectados. Por ello los más interesados en que se solucione el problema. Estas organizaciones pueden y deben jugar un papel importante.

Una de estas organizaciones de Barcelona se dirigió, hace ya unos años, a los representantes del parlamento catalán para que manifestasen su opinión y compromiso acerca de la reducción de la jornada. Iniciativas de ese tipo son formidables. Esta labor puede ser aún más provechosa si se coordinan entre las distintas organizaciones de parados y se extiende a todas las instituciones estatales, internacionales y organismos como la Organización General del Trabajo, etc.

-Las empresas multinacionales, están instaladas en todas partes del mundo (algunas con varias empresas en un mismo país). Las relaciones entre los trabajadores deben ampliarse al máximo, también para el desarrollo de este debate. Sus representantes en los comités de empresa son un formidable instrumento, inutilizado.

En este sentido nos encontramos con los sectores en que más pérdida de empleo se sufre, precisamente por la facilidad de la implantación de las nuevas tecnologías, como el bancario. Se está perdiendo una gran oportunidad, porque son sectores con muchas ventajas para la extensión de ese debate. Si no se reduce la necesaria jornada laboral se quedarán, en muy poco tiempo, en un simple esqueleto.

-En las distintas administraciones del Estado (de todos los estados) tenemos las mejores condiciones para la difusión y la extensión de este debate. Incluso del comienzo de esa reivindicación de reducción de jornada.

-La recogida de firmas, pidiendo la reducción de la jornada de trabajo para poner freno al desempleo, es un medio a utilizar muy importante y que tampoco se utiliza.

Aquí tenemos ya mucha experiencia. Recuerdo la que se realizó contra los desahucios. Éstos no se terminaron con la masiva recogida de firmas, pero todos estaremos de acuerdo en que facilitó y mucho, la toma de conciencia del problema  en la sociedad española.

Las recogidas de firmas pueden ir dirigidas a ayuntamientos, comunidades autónomas, al parlamento de España y al de Europa, etc., buscando que el tema esté en la calle, que se tome conciencia de ello y pueda ir transformándose en reivindicación, en la más importante de las reivindicaciones, por ser, a mi entender, la que más puede posibilitar una mejora social de la clase trabajadora y de la sociedad.

Porque es de una lógica aplastante: si tenemos desempleo, reduzcamos la jornada laboral; porque la clase trabajadora no es la primera vez que pelea por reducir la jornada laboral y además lo consigue; porque esta experiencia contribuirá a su movilización. La clase trabajadora, necesita pasar a la ofensiva, dejar de retroceder y decir hasta aquí hemos llegado. Entiendo que la reivindicación de la reducción de la jornada laboral para atajar el desempleo es la que mejor puede posibilitarlo y lo va posibilitar.  

-A nivel individual todos podemos participar en la extensión de esta idea, haciéndosela llegar a familiares, conocidos, amigos, compañeros, etc.; participando en los debates, escribiendo sus opiniones. En fin, de las distintas maneras que nos sea posible.

Señalé más arriba que solo son sugerencias generales de lo que pienso que se puede hacer. Bien venidas todas las que nos puedan enriquecer con más sugerencias y posibilidades.

Todo sea por la reducción significativa de la jornada laboral (sin pérdida de poder adquisitivo) que nos permita la reducción del desempleo, por la puesta en pie de la clase trabajadora mundial y el abandono de la zozobra, el miedo y la parálisis en que estamos.  Avancemos.