Elogio y reproche de Aznar

Fernando Ónega
Fernando Ónega DESDE LA CORTE

OPINIÓN

15 dic 2016 . Actualizado a las 08:35 h.

El último terremoto político vuelve a llevar el nombre de José María Aznar. No afecta a ningún otro territorio que el del PP, pero en el PP causa estragos por su trayectoria como militante y presidente y por su valor de símbolo de una etapa. Cada cierto tiempo afila el lápiz, lo pone sobre el papel y lanza su hiriente literatura contra Rajoy. Y ahora lo volvió a hacer. Causó mucho impacto su diatriba contra Sáenz de Santamaría y sus intentos de diálogo en Cataluña. Llegó a acusar al Gobierno de acomplejado ante el independentismo; a Soraya no le perdona que considere un error la recogida de firmas contra el Estatut y la falta de acuerdo con el PSOE para recurrirlo al Tribunal Constitucional, y sigue sintiendo a torno a su cuello el pacto del Tinell, que fue, en efecto, una de las acciones políticas menos democráticas que se recuerdan.

Pero en el análisis de FAES hay algo más. Hay una durísima crítica a la política económica y fiscal de Rajoy y, sobre todo, a la política de recortes que no quiso meter la tijera en el capítulo de gastos. Para Aznar, su sucesor al frente del PP es un gestor de políticas fáciles que apenas hace otra cosa que subir impuestos. Anótese entre paréntesis que esa crítica coincide con la expresada ayer por los empresarios. Y convengamos que el presidente de FAES y de Honor del PP hizo, como otras veces, una censura global a la gestión de Rajoy. No le acaba de gustar, qué le vamos a hacer. En unas cosas le parece extremadamente conservadora; en otras, excesivamente socialdemócrata, y en bastantes, de una timidez rayana en el miedo.

Equivocado o no, creo que el señor Aznar merece elogio por no haber perdido capacidad de análisis. En la medida en que conserva mucha autoridad, combate el riesgo de conformismo en un partido que ni en los momentos más difíciles ha demostrado disposición a la autocrítica. Y quizá no le venga mal a Rajoy un aguijón como este para no extasiarse ante los piropos de Europa y esos cánticos que lo elevan a los altares de la supervivencia en compañía de Merkel en medio de un escenario lleno de exquisitos cadáveres políticos de la gran Europa. Aznar quizá sea el esclavo que le va diciendo al César: «Recuerda que eres humano».

Pero hay un reproche que hacerle: una persona de su prestigio no puede lanzarse al ruedo como un pequeño líder de oposición sin decir cuáles son sus propuestas o sus soluciones. No puede argumentar que se adopta el relato de los adversarios sin que parezca que está condenando el diálogo con los nacionalistas. Y no puede acusar a su sucesor de actuar acomplejado en Cataluña sin decir cuál es la política sin complejos. No puede hacerlo, porque alguien puede creer que Aznar está pensando en otra indefendible solución.