Alepo, el fin de una ilusión

Yashmina Shawki
Yashmina Shawki CUARTO CRECIENTE

OPINIÓN

16 dic 2016 . Actualizado a las 09:00 h.

Ya han transcurrido tres años desde que fui invitada por la Universidad de Valencia para dar una charla sobre el olvidado «despertar árabe». Transcurridos dos años desde los levantamientos que supusieron el derrocamiento de tiranos como Mubarak en Egipto y Ben Alí en Túnez, las expectativas de un giro democrático y modernizador en la región todavía latían con fuerza. Hoy, cuando ya se ha cumplido el sexto aniversario de la autoinmolación del joven tunecino Mohamed Bouazizi, la chispa que prendió la mecha de la esperanza, poco o nada nos acordamos de la ocupación de Tahrir en El Cairo o de las manifestaciones en Túnez. La realidad de países sin ninguna tradición democrática y el poder de determinadas instituciones, como el Ejército en Egipto, recondujeron el ascenso de los Hermanos Musulmanes para sustituir a un tirano por otro aspirante y así dar carpetazo al cambio. También la negra sombra del Estado Islámico en Irak y Siria, así como el desastre de la guerra civil en Siria, han oscurecido lo que pudo haber sido y no fue.

Ahora, cuando la enésima tregua para dejar salir a los civiles atrapados en Alepo y su toma por Asad, con la inestimable ayuda rusa, es un hecho, recuerdo a un médico sirio que asistió a mi charla. Con los ojos llenos de lágrimas y la voz quebrada compartió su dolor por la familia atrapada y la inoperancia internacional. Si alguna vez existió Siria hoy solo queda el vergonzoso recordatorio de cómo miramos hacia otro lado mientras Al Asad arrasaba con todo para perpetuarse en el poder. Porque mejor es un tirano conocido que el incierto futuro de una ilusión. ¿O no?