No me olvido

Ramón Pernas
Ramón Pernas NORDÉS

OPINIÓN

17 dic 2016 . Actualizado a las 10:24 h.

No quiero olvidarme, en estos días en que todos los ciudadanos estamos afectados de un ataque de buenismo cándido y prenavideño, no quiero olvidarme del dramatismo de guerra civil y muerte que ha desventrado la ciudad siria de Alepo, el antiguo corazón económico de Siria, tras cuatro años de asedio a sangre y fuego.

No debo olvidarme de que Siria somos todos, todas las guerras periféricas son una misma guerra, una colección de cromos bélicos contados en las noticias del periódico, filmados en los telediarios e incapaces de conmovernos por la frecuencia con la que internizamos los sucesos que ya aparentemente no nos atañen, por reiterados nos resultan ajenos.

No quiero olvidarme de las matanzas de cristianos cometidas en iglesias o catedrales donde el cristianismo es minoritario, los treinta muertos a la puerta de la catedral de El Cairo son nuestros mártires, martirio colectivo por manifestar su fe, por la defensa de nuestros ideales judeocristianos. Esas muertes ya no nos estremecen ni nos indignan. El viejo pacto tácito de las religiones del libro, el islam, la religión judía y el cristianismo, que defendía, frente a los que no creen, el Corán, el Talmud y la Biblia, la fe en los antiguos profetas, ha caído en el olvido.

Prevalece el odio, envuelto en siglas que anuncian la muerte, se llamen Hermanos Musulmanes o Estado Islámico, e incluso desde las cloacas de los servicios secretos que juegan a la desestabilización. Existe una geografía del terror con nombres de países vulnerables, Chad, Libia, Nigeria, Yemen, Irak, a los que un viento de locura llevó el terror y la muerte.

No voy a olvidarme de que el día 25 se conmemora el nacimiento de Jesús en una aldea de Palestina, fecha que desde hace dos mil años cambió el rumbo de la humanidad. Esa es la auténtica Natividad/Navidad y no el advenimiento de un señor barbudo vestido de rojo, con un discurso sintetizado, en tres exclamaciones -jo, jo, jo...- y que cabalga a lomos de renos para colarse por las chimeneas de Occidente la noche del día 24 de diciembre. Ese producto de una popular bebida de cola colonizó el antaño párvulo sentimiento navideño, que yo quisiera ver reflejado en el pesebre napolitano y sus variantes de ríos de papel de plata y castillos de Herodes en lo alto del popular nacimiento español, hoy oculto y clandestino en las acomplejadas ciudades

Y cómo poder olvidarme de quiénes son los tres Reyes y de dónde vienen los Magos de Oriente, que regresan cada año en sus camellos para repartir afectos y memoria. Vienen de nosotros mismos, y traen el incienso que aromatiza Occidente entero y el oro que anuncia la codicia. Traen también la mirra sanadora y el viaje como el único camino.

Cómo olvidarme de quienes sufren el dolor y la ira, de aquellos para los que la Navidad es solo una referencia encerrada en una oración de gratitud y esperanza. Cómo olvidarme...