Loewe sobre mojado

OPINIÓN

18 dic 2016 . Actualizado a las 12:00 h.

En su definición in-DRAE, se dice que vocación viene del latin vocatio-onis, «acción de llamar».  Curioso, esto de la vocación, tan sobrevalorada. Tenía antes ese halo de prestigio entre la gente de orden que fue dinamitado por los test de personalidad con dibujos («a mí esto me parece un helado derritiéndose»), los psicólogos de los colegios («el niño manifiesta rasgos de...») o las vecinas con rulos («este niño va a dar en tonto»). Todo es más científico, más controlable, más cuantificable. La vocación se usaba como prueba del nueve en los seminarios para aspirantes, postulantes y novicios. La llamada se recibía o no se recibía. Había que estar atento para reconocerla. Hoy, probablemente, se recibiría a través de Twitter.

Algunos lo tienen más sencillo. Reconocen las señales de su vocación a la primera. Eso parece sucederles a los que rompen la foto de Felipe en un acto público que más parece guillotina posmoderna de tan limpia, tan pulcra y tan visual. Jacobinos de postal con vocación de salvapatrias. Me pregunto si descubren con igual perspicuitas su vocación los proctólogos, los aventureros, las monjas oblatas, los cocineros, las pescaderas, los alicatadores, los fresadores, los verdugos, los torturadores, las ministras, las cajeras, los reponedores, los narcotraficantes, los mártires. ¿Tenía vocación de cabra de la legión el carnero Pepe, macho cipotudo cual periodista al uso, recientemente fallecido y enterrado con honores militares? ¿Tenía vocación la escritora que pedía siempre en las cafeterías el libro de reclamaciones para poder escribir en él y afirmar su personalidad? ¿Tiene vocación de poeta el ganador del último Premio Nacional de Poesía Joven mientras trabaja en un supermercado? ¿Tiene vocación de padre el tonto que anuncia masas de hojaldre de una marca comercial con nombre presidencial mientras dice sandeces pretendidamente simpáticas ante su hija adolescente y su nuevo noviete?

La vida es un brexit constante. Búsqueda sin tregua de una nueva vocación que nos ampare. Un abandono de espacios conocidos y concurridos para encontrar algo de aire fresco. En la Puerta del Sol, un cartel (¡ja!) publicitario canta «Oh, blanca navidad» con una imagen de la serie Narcos. Se quejan en Colombia. No terminan de darse cuenta de que hace mucho que loewe sobre mojado. Y el próximo domingo, Navidad.