Porque esta noche es Nochebuena

Fernando Ónega
Fernando Ónega DESDE LA CORTE

OPINIÓN

24 dic 2016 . Actualizado a las 12:11 h.

Todo está como está: Donald Trump hablando de rearme nuclear hasta que todos entremos en razón; Angela Merkel, acosada para que expulse a refugiados, aunque la policía italiana le echó una mano al matar al presunto asesino de Berlín; Europa, ante el desafío de los populismos, y hay quien dice que alentados y financiados por Putin, que ha encontrado la fórmula de debilitar a la Unión; el terrorismo islamista, dispuesto a ganar en el resto del mundo la guerra que pierde en su escenario natural.

De España, qué queréis que os diga: a las pocas horas de que el Gobierno diga que nunca habrá un referendo de autodeterminación, Cataluña une fuerzas soberanistas para preparar el suyo; la economía parece que sigue creciendo, pero no bajan los índices de pobreza; las relaciones políticas se tensan y cada día se oye más la odiosa palabra chantaje, unas veces referida a las amenazas de algún político y otras por los argumentos de Montoro para reclamar la aprobación de los Presupuestos; también se usa mucho la palabra diálogo, y nadie sabe muy bien para qué.

Pero los ejércitos en lucha suelen establecer por estas fechas lo que se llama la «tregua de Navidad»: unos días sin ataques ni represalias, sin ruido de bombas y sin víctimas que atender. Es lo que este cronista quiere hacer de estas líneas: imaginar una especie de tregua, como si el país y el mundo estuviesen bien, que esta noche en Nochebuena. Y en ese juego imaginativo saldría una nación donde todos los ciudadanos tienen esta noche una familia para reunirse, un techo bajo el que cobijarse y un trozo de turrón que les endulce la vida. Saldría una clase política distinguida por su generosidad. Y unos banqueros dispuestos a cumplir las sentencias sin buscar vericuetos legales. Y unas instituciones eficaces, dispuestas a atender los problemas ciudadanos. Y unos partidos políticos que no pensasen únicamente en sus intereses. Y un panorama donde no existiese el concepto de corrupción porque había sido eliminado por el comportamiento ejemplar de quienes tienen algún poder, político y económico. Y una disposición a aceptar que no hay por qué cambiar aquello que funciona, aunque sea poco. Por ejemplo, los ejes básicos de una Constitución que acaba de cumplir 38 años y que algunos quieren demoler. También sin decir para qué.

Ya sé que todo eso es imposible. Incluso que nada de eso es posible. Pero dejadme que acaricie ese sueño, como si fuese verdad; como si fuese a ser verdad el año que viene; como si fuese a ser verdad alguna vez en la vida. Dejadme que lo acaricie y lo escriba un día al año por una simple y soberana razón que cantan los villancicos: porque esta noche es Nochebuena. Y debe seguir siendo Noche de Paz.