La primavera árabe es un entierro

César Casal González
César Casal CORAZONADAS

OPINIÓN

03 ene 2017 . Actualizado a las 08:22 h.

Otra vez. Empezamos el año como lo terminamos, odiándonos. El ser humano es así. Desde Aníbal, que murió en Turquía, y antes. Desde siempre. Treinta y nueve muertos tiroteados en la discoteca Reina de Estambul cuando allá ya llevaban dos horas de Año Nuevo y aquí veíamos el show de la Pedroche. Todo tan antiguo. Mayores que toman uvas, niños que toman lacasitos, un tipo entra armado y dispara a un policía y a un guardia de seguridad y después, a bulto, a los que estaban en la fiesta. Estaban en la fiesta para despedir el año y no sabían que habían ido a despedirse de la vida. Más sangre. El lodo de la sangre. Que si iba vestido de Papá Noel. Cuánto odio. Estamos en una noria que no queremos ver o no interesa que la veamos. Bombardeamos Libia. Atacamos Siria. Contestamos una violencia que ataca nuestra civilización. Y el eco vuelve con refugiados, pero también con revólveres cargados de plomo. Con amenazas de armas químicas en Inglaterra. Con profecías sobre que, tras Estambul, la puerta de Oriente, caerá Roma, la capital del cristianismo. Con camiones convertidos en armas. Y volvemos a atacar y nos vuelven a golpear. Nueva York, Londres, Madrid, París, Niza, Berlín... A palos, ya lo dibujó Goya. La salida de la noria enquistada es hablar, es la solidaridad, es la libertad de que cada uno viva la vida que quiera, con el límite del otro. Pero el hombre seguirá matándose. El odio es una parte de nuestro ser. Hay demasiados intereses en el absurdo de la guerra. Nos quedaremos sin lágrimas. Y mientras España hace caja y, por la inseguridad en Oriente y el Mediterráneo, bate su récord de turistas, más de 71 millones.