No jueguen con ese tribunal

Fernando Ónega
Fernando Ónega DESDE LA CORTE

OPINIÓN

10 ene 2017 . Actualizado a las 09:00 h.

Como ustedes saben, toca renovar una parte del Tribunal Constitucional. Y entre los miembros del relevo figuran su presidente y su vicepresidente. El clima para encontrar consenso para los nuevos nombres no puede ser peor: no se cuenta con Podemos, ni se invitará a los nacionalistas/independentistas, ni acabo de ver a Gabriel Rufián o a Alberto Garzón en una mesa proponiendo sus candidatos. Y mucho menos, aceptándoselos. Así que la cosa quedará en un acuerdo de los partidos Popular y Socialista, a los que, como suele recordar Rajoy, «le une mucho más de lo que les separa». Sobre todo, añado yo, en lo que se refiere al reparto del poder.

Por parte de este cronista, nada que objetar a esa alianza: si es legal y cumple los mínimos de votos requeridos, adelante. Estos son los bueyes con los que se puede arar. Ahora bien: una vez aceptada la limitación del consenso por necesidades políticas, espero que coyunturales, mucho cuidado con lo que se hace. Hay que advertirlo, porque un diario publicó ayer el nombre de un candidato, al parecer muy bien situado para ser elegido presidente. Se trata de don Andrés Ollero, que ha sido diputado del PP durante la friolera de 17 años.

El señor Ollero podrá ser un santo, e hizo méritos para ello porque es numerario del Opus Dei. Podrá ser excelente filósofo y acreditado jurista, cualidades que no están prohibidas en ningún partido, ni siquiera en el Partido Popular. Podrá tener un gran sentido del Estado y todos los méritos acumulados durante sus 72 años de vida y demostrados en la veintena de libros que publicó y en su brillante trayectoria académica. Y además, puede alegar experiencia, porque el Congreso ya lo eligió en el 2012 magistrado del Alto Tribunal.

Sin embargo, antes de nombrarlo presidente habría que pensarlo dos veces. Quien ha votado durante años siguiendo la disciplina de un partido no ofrece las garantías de imparcialidad que el cargo requiere. Quien, en función de su creencia religiosa, se manifestó contrario al matrimonio homosexual y es partidario de prohibir el aborto, está limitado para dirimir sobre leyes que afecten a cuestiones de conciencia. Y mire usted, señor Rajoy o quien corresponda: juegos con las instituciones, ni uno. Juegos con un tribunal cuyas sentencias tienen que ser acatadas y respetadas, menos todavía. Hoy más que nunca, el Tribunal Constitucional necesita gozar del máximo prestigio por su neutralidad ideológica. Y digo hoy más que nunca, porque la unidad nacional está en sus manos. Lo peor que nos puede ocurrir es que el independentismo catalán lo considere un «tribunal de partido» después de haberlo menospreciado como «tribunal político». Por favor, no jueguen con ese tribunal. Mejor dicho: no jueguen más.