¿Cómo están ganando los infomonopolios?

Albino Prada
Albino Prada CELTAS CORTOS

OPINIÓN

14 ene 2017 . Actualizado a las 10:43 h.

La casualidad ha querido que un monumental ensayo escrito en el año 2005, y editado al año siguiente por la Yale University Press, se haya traducido al castellano diez años después (Yochai Benkler, La riqueza de las redes, Icaria, 2015).

Este ensayo analiza, entre otras cosas, la batalla que se viene librando en las tres capas de la digitalización de nuestras sociedades: la capa física o de transporte y dispositivos, la capa lógica de transmisión o software y la capa de contenidos. Una batalla entre estrategias que buscan privatizarlas comercialmente y aquellas que defienden un uso abierto, no comercial y privativo.

En esa batalla, el transcurso de los últimos diez años pareciera arrojar un claro ganador. Pues, como se constata en la introducción a la edición española, a día de hoy predominan más que nunca los modelos corporativos. Sirva como un indicador el que entre las cincuenta webs más visitadas en el mundo solamente una (Wikipedia) siga un modelo de gobernanza no corporativo.

De ello ya alertaba Benkler hace una década al señalar que lo que sucediera en los siguientes diez años sería decisivo para aprovechar o no las oportunidades, democratizadoras e innovadoras, que una gestión comunitaria y no lucrativa hacía posibles. Y lo decía con fundamento, pues ya en aquel momento, año 2005, presentaba en su ensayo un catálogo de estrategias privativas. Lo que sigue es un resumen de las que están ganando la batalla frente a las no privativas.

En la capa física, las leyes contra iniciativas municipales para crear redes de banda ancha abiertas, que los proveedores de banda ancha por cable discriminen contenidos, el reducido número de proveedores de banda ancha sin apenas competencia, terminales solo con acceso a webs afiliadas, desde dispositivos portátiles que estructuran las capacidades de sus usuarios en función de requisitos de diseño al control normativo sobre el diseño de ordenadores.

En la capa lógica sellar herméticamente el uso de materiales sujetos a copyright, dificultar la consulta y compartición voluntaria de datos entre individuos, el control mayoritario por una empresa de los sistemas operativos de escritorio, o de un navegador asociado con páginas web optimizadas solo para él, hasta patentar directamente el software.

En la capa de contenidos, el considerar cada acto de lectura en pantalla como una copia, criminalizar la copia privada y la compartición libre, comerciar con accesos a bases de datos, la adhesión normalizada a licencias de uso o una exclusividad expansiva en las regulaciones internacionales.

Por todas esas vías, las industrias de contenidos (musicales y cinematográficos sobre todo) y una minoría de operadores de las capas físicas y lógica han ido forzando una creciente oligopolización. Ello a pesar de que, según Benkler, «la producción no privativa ofrece estrategias diferenciadas para mejorar el desarrollo humano en todo el mundo». Como bien ponen de manifiesto Wikipedia, Creative Commons, Skype, P2P, PLoS, el software libre, Linux, o el W3C y el ICANN de T. Berners Lee.