16 ene 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

La denominada teoría normativa democrática es la que trata de los fundamentos morales y de las instituciones de la democracia. Como teoría no ofrece un estudio científico de las sociedades a las que se llaman democráticas, sino que analiza cuando y de qué manera la democracia es deseable moralmente y cuales son los principios morales que guían a las instituciones democráticas. Entre estos principios sobresale la tolerancia que es la aceptación de las creencias, acciones y prácticas que uno considera que están equivocadas, pero que son tolerables, por lo que no están prohibidas.

A partir de los conflictos político-religiosos que atravesaron a toda la Europa de la Reforma protestante, el concepto de tolerancia se convirtió en una de las ideas esenciales del discurso político filosófico del continente. De todas formas, podemos pensar que fueron los estoicos con Cicerón cuando el término tolerancia fue usado con la idea de la virtud de la resistencia, de los que sufren de la mala suerte, o de los que sienten dolor e injusticia de varios tipos de una manera apropiada y firme. En el mundo cristiano el concepto se aplicó al desafío que se produce ante el conflicto y las diferencias religiosas.

La tolerancia puede asentarse en una concepción del respeto recíproco, aunque se difiera en las creencias sobre los dioses y las verdades de la vida. Este respeto se entiende como una igualdad formal o cualitativa que comprende el mundo político y el entorno de lo personal y privado.  

La tolerancia se justificó con el principio credere non potest nisi volens, es decir, «solamente la fe basada en una convicción interior place a Dios», lo que significa que tal fe debe ser desarrollada desde el interior de la persona y fuera de toda convulsión externa. Y fue San Agustín el que, al darse cuenta de la separación que se podía producir entre los católicos y los donatistas debido a la intolerancia, recurre a la tolerancia para abrir los ojos de los ofuscados de las dos partes enfrentadas.

La cuestión de la coexistencia pacífica entre diferentes pueblos y culturas también fue estudiada por el mallorquín Raimundo Lulio (1232-1315) cuando escribió unos diálogos en los que defendía la religión católica, pero también la religiosidad y la ética de otras religiones como el Judaísmo y el Islam.  

A partir de la obra Sobre la Libertad (1859) de John Stuart Mill la palabra tolerancia entra ya en el mundo moderno, dejando de preocuparse por la idea de religiosidad que contenía hasta ese momento. A Mill lo que le importaba era cómo este concepto iba a usarse con otras formas de rechazo social, cultural y político que afectaban al mundo europeo. Y debido a ello este vocablo se convierte en una categoría útil que se emplea para acompañar a los procesos productivos que atañen a la sociedad y a la posibilidad de hacer hincapié en los valores individuales.

Hoy a la palabra tolerancia se le ha buscado un sinónimo como respeto, que se le debe tanto al individuo como al grupo social. En este respeto tenemos que introducir la fe en el ser humano y en el conocimiento, valores que aseguran la posibilidad de la tolerancia y su aplicación práctica en el entendimiento entre las partes, sobre todo, en la política española del año nuevo, 2017.