Triste colofón a la historia de las cajas

Fernando Salgado
Fernando Salgado LA QUILLA

OPINIÓN

17 ene 2017 . Actualizado a las 08:24 h.

Triste colofón a la historia centenaria de las cajas de ahorro gallegas. Cinco directivos de Novacaixagalicia ingresaron ayer por la tarde en prisión. No son los primeros condenados en España, pero sí los primeros que entran en la cárcel desde que se desató la crisis económica y comenzó la zozobra y liquidación de las cajas de ahorros. Exdirectivos de Caja Castilla-La Mancha y de Caixa Penedés, también con penas de dos años, gozan de libertad por decisión del juez. Sin embargo, en el caso gallego, la Audiencia Nacional adoptó otro criterio por la gravedad de los delitos cometidos, porque el propio Tribunal Supremo consideró «benévola» la pena de dos años, porque los exdirectivos no han devuelto el dinero y porque todavía tienen causas pendientes con la Justicia.

Conviene advertir que los cinco directivos no fueron juzgados ni condenados por sus responsabilidades en el colapso de las cajas gallegas, sino por adjudicarse indemnizaciones multimillonarias cuando el sistema financiero comenzó a resquebrajarse. Antes de la fusión de Caixanova y Caixa Galicia, engordaron sus contratos de alta dirección para cobrar prejubilaciones de lujo cuando se produjese el naufragio. Mientras prometían a sus impositores y a Galicia entera la salvación del sistema, ellos se aprestaban a saltar del barco y disfrutar de un retiro dorado. Eso, al menos, es lo que se desprende de la sentencia que el Tribunal Supremo consideró «benévola».

La otra parte de la historia es igualmente triste, pero aún no ha sido escrita ni juzgada. Las cajas, que históricamente prestaron un gran servicio y desempeñaron un papel relevante en la construcción de este país, han desaparecido de la faz de Galicia. La crisis financiera del 2008 puso al descubierto el enorme agujero negro que se había engendrado en el sistema al colapsar la burbuja de ladrillo y cemento. Se descubrió entonces que el ahorro gallego, dilapidado en aventuras especulativas en lejanos confines de la península, era irrecuperable. Las cajas gallegas fueron solventes -y útiles- mientras se mantuvieron pegadas al país en que nacieron y comenzaron a cavar su tumba cuando se embarcaron, siguiendo la estela de los grandes trasatlánticos privados, en expansión desaforada por otras latitudes. Estalló la burbuja, sus activos se convirtieron en papel mojado y vino el hundimiento y la posterior bancarización.

Todo ese capítulo está aún por escribir, aunque a estas alturas tal misión corresponde ya al historiador y al forense. Pero también faltan por dirimir las responsabilidades políticas y jurídicas de la catástrofe. Llegados a este punto, sospecho que las culpas están muy repartidas entre más de un Gobierno y varios ministros, el Banco de España y, por supuesto, los gestores de las cajas. Pero no solo ellos, porque entre todos las mataron y ellas solas se murieron. Los contribuyentes españoles, que ya han puesto de su bolsillo más de 60.000 millones de euros para limpiar el desaguisado, bien merecen una explicación. Creo yo.