Rivalidad femenina

OPINIÓN

19 ene 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

Pero…¿de dónde viene esa competitividad y rivalidad insana? 

Creo que esta rivalidad puede deberse a las características de la sociedad patriarcal, dominada, desde siempre, por varones. Cuanto más poder tiene el hombre con respecto a las mujeres, curiosamente mayor es la rivalidad entre ellas. Esto sucede en todos los países, pero en aquellos en los que hay menos mujeres incorporadas al mundo laboral, se produce con un carácter más marcado. La causa es que está relacionado con cómo está estructurada la sociedad en función del sexo.

El rol que se le da al hombre es un papel dominante, de sustentador o cabeza de familia, mientras que la mujer ha estado, tradicionalmente, subordinada y mantenida por el varón, a cambio de cuidar a los hijos y realizar las tareas domésticas.

De manera que, mientras el éxito de un hombre, reside en sus logros profesionales, el de una mujer va asociado al marido con el que se casa. Eso provoca que las mujeres compitan entre sí para ascender socialmente.

No hablemos de aquellas culturas en las que la poligamia, es aceptada con normalidad, y genera una rivalidad aún mayor y parte del mismo seno del matrimonio. Esta rivalidad trae consigo vencedoras y vencidas y tiene consecuencias claras para la autoestima de las que no salen victoriosas, para las que no son las elegidas.

El punto de partida de esta situación se encuentra en la socialización desde la infancia.

Por ejemplo los colores que se usan, en función de si es niño o niña, para decorar la habitación. Tonos más suaves y pasteles para ellas, más fuertes y enérgicos para ellos. ¡Y eso antes de haber nacido! Luego llegan los juegos: lucha y deportes de equipo, como el fútbol para los varones, y muñecas, peinados y ejercicio individual como la gimnasia artística para las niñas. 

Todo ello lleva a que el niño aprenda a competir, sí, pero también a compartir e integrarse en lo colectivo, y a entenderse con sus congéneres. La niña, no.

La infancia marca a los futuros hombres y mujeres, de ahí que, como en tantos otros aspectos, la educación sea algo clave. Habría que abogar siempre por la coeducación.

La coeducación consiste en formar en los valores a los niños y niñas como seres humanos, no por su rol como mujer u hombre. En este sentido, lo importante deben ser las aptitudes, intereses, habilidades y no el sexo. Debe impartirse esta educación en la escuela, en el entorno familiar, en los medios de comunicación, en los libros de texto, las canciones, los cuentos, los juegos... Mientras sigamos pensando que hay cosas de niños y de niñas y no de personas, seguiremos dividiendo y fomentando los problemas y la situación general actual.

También necesitamos una presencia mayor de mujeres en el Parlamento para que se aprueben leyes en pos de la igualdad; y por ganar aliados masculinos para la causa, así como la creación de asociaciones de mujeres empresarias que puedan ayudar a las que acaban de comenzar a desarrollar sus actividades y trabajos. 

Así es, con apoyo desde el comienzo de la vida y educación e iniciativas solidarias entre las mujeres, como muere la rivalidad y se tejen las redes del compañerismo.