Réquiem por la sensibilidad social

Fernando Ónega
Fernando Ónega DESDE LA CORTE

OPINIÓN

19 ene 2017 . Actualizado a las 08:46 h.

Recuerdo que una de las primeras medidas que tomó Aznar después de llegar al Gobierno fue bajar el precio de la luz. Eran, claro, otros tiempos. Quien marcaba el precio de la energía era el Gobierno y a las compañías eléctricas solo les quedaba un recurso que definió muy bien hace muchos años el presidente de la patronal bancaria, Rafael Termes: «Ellos (el Gobierno) tienen el Boletín Oficial del Estado, a nosotros nos queda la resignación». Ahora todo es mucho más liberal, los Gobiernos pueden recomendar, pero no disponer, y pasa lo que pasa: que el precio de la electricidad se decide en un complejísimo sistema y funcionan las frías leyes del mercado sin atender a razones sociales. Cuando hay mucha demanda y disculpas ambientales, los precios se disparan. Ayer, a las 7 de la tarde, la luz alcanzó el precio más alto desde el 2013, hoy subirá todavía más y el ministro Álvaro Nadal nos hizo un regalo complementario: nos anunció con cara sonriente que este año 2017 pagaremos una media de cien euros más en el recibo.

Con su gesto populista del año 1996, José María Aznar puso la primera piedra del «círculo virtuoso» de la economía cuya pérdida lamentó en sus últimas declaraciones. Con la política actual del liberalismo feroz, el círculo virtuoso empieza a desbarrar; el cabreo ciudadano se empieza a manifestar y hace circular mensajes que ayer invitaban a un gran apagón a las siete de la tarde; las compañías eléctricas destrozan su ya discutible popularidad y políticamente se ayuda a Podemos, que lleva en su programa la nacionalización de esas compañías. Como se puede ver, los efectos de la subida son magníficos para la confianza de los consumidores, para la recuperación de la capacidad adquisitiva (¿habrán pensado en los pensionistas?) y para la estabilidad política. Negocio redondo este de la subasta eléctrica.

Este disparo furioso del coste de la energía se produce en la peor de las circunstancias. Se produce cuando la ola de frío obliga a usar más la calefacción; cuando las noches son más largas y es preciso más alumbrado; cuando se acaban de tomar decisiones sobre el bono social, que el martes se llevó a la Conferencia de Presidentes, y cuando se ha creado conciencia de que hay millones de ciudadanos que sufren pobreza energética. Esa es la coherencia del liberalismo aplicado a la vida real. Nadie con algún poder ha tenido en su tiempo la inteligencia de prever situaciones de emergencia como esta para que el interés colectivo prevalezca sobre la lógica de la economía. Y nadie tuvo en este momento la delicadeza de prever los efectos de unos precios insultantes. De esta forma, la pobreza energética se acaba de agravar en medio de una clamorosa falta de sensibilidad.