Aceptamos «pathos» como animal de compañía

OPINIÓN

22 ene 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

No nos engañemos: no hay que ser politólogo casta o tertuliano facha para estar de acuerdo en que el Ventolín® ha hecho más por la sociedad en su conjunto que Pablo Iglesias y Errejón juntos. No hay que exagerar su contribución al bien común, esa entelequia que Tomás de Aquino definía como «una prescripción de la razón promulgada por aquel que tiene el cuidado de la comunidad». Si me apuran, hasta Manolita Chen («una hembra colosal, con una delantera de primera y una gracia muy similar a la de Mae West»; lamento no poder citar la fuente original de esta joya descriptiva) ha sido más beneficiosa que el dinámico dúo equidistante con su su teatro de variedades, sus chicas desococadas y su lengua desatada. De modo que tampoco conviene darle mayor importancia al asunto vistalegrino ni convertir en trifulca lo que solo es un «no hay cama pa' tanta gente», sandunguero estribillo de El Gran Combo de Puerto Rico. Se murió Manolita más sola que la una y  de sus piernas babilónicas no queda nada más que una elegía menor. Querrían los morlacos de Vistalegre discutir de la humedad de la entrepierna baumaniana (abono líquido para criar malvas) pero andan convirtiendo el albero podemita en un sucio bebedero de pathos.  A esta España que sufre las inclemencias invernales como si el frío fuera una plaga bíblica, más le preocupa la espantada de Prandelli y las lágrimas de Abelardo trocado en Eloísa que las condiciones objetivas para la gobernabilidad. La vecina sugiere comprar en las rebajas del Decatrón y abundan los niños repugnantes y consentidos y manipulados en los programas televisivos mientras piensa el apocalíptico que el mundo está perdido (aunque podamos ver muy feliz en las fotos de su fiesta de cumpleaños a Marta Ortega, «amazona de día y sexy heredera de noche») y el optimista inaugura una tienda de filatelia y numismática. La trillada actualidad de embajadores con canonjías, momios y prebendas no es capaz de separar el grano de la paja, y todos los especialistas en Shakespeare le hacen la hola al doctor en pasiones políticas camino de su retiro dorado o black mientras los muertos regresan para pedirle cuentas y no hay mayor tragedia que la de servir a quien  abomina de la rectitud y huye del cumplimiento de sus deberes. «Al agua, pathos», parecen sugerir los viejos del lugar a la joven mesnada llamada a sucederles. Ponen pasión y aportan sus currículos y muestran sus medallas. Sacan sus cheiras dialécticas, fruncen sus seños, digo sus ceños, levantan sus índices, amonestan, abrazan a destajo, cantan himnos por los que sí han pasado los años. La vieja guarda aguarda reclinada sobre la barandilla del balcón, complacidos y ecuánimes. Nosotros no tenemos problema, hijitas e hijitos, parecen decir.  Un poco de pasión siempre conviene, se dicen, complacidos. Porque al final, ellos lo saben, como afirman las agencias de noticias «Firman Cardenales y Halcones Marinos salomónico empate».