Los héroes de pacotilla de la autodeterminación

Roberto Blanco Valdés
Roberto L. Blanco Valdés EL OJO PÚBLICO

OPINIÓN

10 feb 2017 . Actualizado a las 08:27 h.

El abogado Jacques Vergès, nacido de madre vietnamita en la francesa isla de Reunión, publicó en 1968 un libro -De la stratégie judiciaire- que pronto adquirió fama. Aunque fue Vergès un personaje tenebroso -tras esfumarse misteriosamente de la faz de la tierra entre 1970 y 1978 reapareció defendiendo a asesinos de la catadura de Klaus Barbie, Slobodan Milosevic o Carlos el Chacal-, su escalofriante trayectoria, que le valió ser calificado de abogado del diablo, no resta un ápice de interés a la tesis básica de su obra sobre la estrategia judicial: que en todos los procesos con alguna implicación política los acusados pueden elegir dos estrategias diferentes: bien de connivencia, cuando el procesado acepta las reglas de juego en búsqueda de un veredicto de inocencia, bien una estrategia de ruptura, cuando, despreciando ser absuelto, el juzgado acusa al tribunal y denuncia la injusticia a la que, según él, está siendo sometido. Para lo segundo es necesario, claro, la resolución de quien está dispuesto a sufrir las consecuencias de sus ideas y de los actos realizados en coherencia con las mismas.

Lo visto hasta el momento en el proceso que se sigue contra Artur Mas, Irene Rigau y Joana Ortega como presuntos autores de los delitos de desobediencia y prevaricación por haber organizado un referendo que el Tribunal Constitucional había prohibido de forma taxativa, pone de relieve que los acusados carecen de ese coraje y que son en realidad unos héroes de pacotilla, unos caguetas, como escribió el martes aquí Gonzalo Bareño en un artículo excelente.

Mas se vale, aparentemente, de una estrategia de ruptura y echa pecho de valiente para decir que él fue el responsable político de la llamada consulta popular. Se presenta, así, ante la parroquia que lo apoya para coaccionar al Tribunal Superior de Cataluña, como un machote que desafió al Estado y a su Constitución. Pero, toda esa chulería patriótica se esfuma como el agua en un cedazo en cuanto el fiscal comienza a interrogarlo, momento en el cual el honorable ex president deja de ser lo primero para convertirse en un cobarde solo pendiente de salvar el pellejo y salir del juicio sin castigo. Y entonces la pretendida estrategia de ruptura se transforma en pura connivencia, mediante la cual Mas y sus compañeras de fatiga pretenden convencer al tribunal que los juzga de que ellos no sabían nada, que no habían entendido las órdenes del Constitucional y que nadie les había advertido de las consecuencias de no parar el referendo. Es decir, ninguno sabía lo que conocían sin la menor duda docenas de millones de españoles.

Y todo cuando ninguno de los procesados corre otro riesgo que el de una eventual inhabilitación. ¿Se imaginan su actitud si pudiesen perder la libertad? Con esta tropa están cientos de miles de catalanes dispuestos, al parecer, a jugarse su futuro. No les arriendo la ganancia.