Viva el latín

Ramón Pernas
Ramón Pernas NORDÉS

OPINIÓN

11 feb 2017 . Actualizado a las 10:21 h.

La editorial italiana Garzanti editó un libro con el mismo título de esta columna, que escrito por el profesor Gardini ha alcanzado nueve ediciones y se ha convertido en un auténtico bestseller.

Incide de lleno en la reivindicación, hasta el momento anecdótica, de establecer el latín como lengua común ¿oficial? europea, máxime en la nueva etapa de desconexión de Gran Bretaña como miembro de la Unión. Sobre el papel, el idioma oficial es el francés, pero en el babel de la comunidad, la lengua franca de oficio es hasta ahora el inglés, en un espacio que tiene 28 lenguas oficiales, tantas como países miembros.

Mi admirado y recordado amigo Umberto Eco, nos contó en un hotel de Fráncfort a un grupo de editores y escritores que, durante un congreso de Semiología celebrado en Finlandia, se negoció la lengua de uso de los ponentes, y Eco defendió que en una reunión como aquella, formada por intelectuales europeos con acusada formación filológica, debían expresarse cada uno en su idioma de origen sin que hubiera lugar para una traducción simultánea. El primer interviniente fue el país anfitrión, que se expresó en lengua finesa; el segundo fue un escritor islandés, que defendió su idioma, y al subirse al atril el tercero fue el propio Eco quien propuso una lengua que todos conociesen y fue entonces cuando proclamaron el latín como idioma vehicular de aquel congreso.

Yo mismo, sufrí un profundo dolor de muelas durante una estancia en el Dubrovnik yugoslavo antes de que la guerra serbocroata disolviera Yugoslavia. Acudí a una farmacia de la ciudad en busca de un remedio que me aliviara el dolor, y como quiera que el farmacéutico solo hablaba serbio, nos entendimos en un macarrónico latín que ambos habíamos estudiado en nuestra formación secundaria. Problema resuelto.

En España, el latín se ha considerado como lengua estéril, inútil e incluso llegó a suprimirse de los planes de estudio.

El latín y su aprendizaje conforma el mapa del cerebro de quien lo estudia, es una lengua de precisión, el pariente lejano del español, tío directo del gallego, hermano del italiano y del rumano, primo del francés, la lengua de formación de los grandes escritores germanos, el idioma de los santos, la misma en la que escribieron Cicerón y Virgilio, y no hay nada mas útil que lo aparentemente inútil, y es ahora el momento en que, instalados en lo imposible, en la utopía, reivindiquemos desde las cuatro esquinas de Europa, una expresión común, un único idioma que está en el corazón europeo, en nuestros orígenes, con el que aprendimos a rezar -pater noster-, a vivir y a soñar,

Viva el latín, viva nuestra identidad, y quizás sea profética la propuesta de Umberto Eco, cuando en Finlandia encontró la fórmula mágica para que los europeos nos pudiésemos entender. Viva el latín.