Robots, «ciborgs» e inteligencia artificial

Albino Prada
Albino Prada CELTAS CORTOS

OPINIÓN

13 feb 2017 . Actualizado a las 08:03 h.

Desde que en el Foro de Davos lanzaron la amenaza de los robots, el tema no deja de generar titulares preocupantes. No veo yo el porqué. Además, el asunto no se limita a máquinas, más o menos automatizadas, con aspecto humano que hacen cosas materiales. Incluye todo proceso de automatización material o inmaterial combinado o no con la digitalización y con un eventual aprendizaje sobre la experiencia previa. Para entendernos: desde una orquesta hasta un conductor, pasando por un piloto, pueden ser virtuales.

Sería absurdo oponerse a tales sustituciones siempre que los riesgos y las incertidumbres a ellas asociados estén bajo control o bajo el principio de precaución pero, hecho esto, no veo yo el problema de que a escala mundial el trabajo humano directo necesario (muchas veces nada agradable) para cubrir nuestras necesidades sea cada vez menor.

Si la riqueza generada es mayor, y el trabajo necesario es menor, lo único que sucede es que el trabajo directo aplicado no debe ser ya el criterio de reparto de las rentas y del bienestar social.

Para empezar, porque buena parte de esas posibilidades de suplir trabajo humano por automatismos son producto del conocimiento científico y tecnológico que es patrimonio colectivo de la humanidad, y su apropiación por los dueños del capital (financiero o industrial de determinados países) es un asunto más que discutible.

A continuación porque de no variar el criterio de distribución de riqueza tendremos a una minoría ultraenriquecida (que es propietaria de los aparatos o que sabe manejarlos o diseñarlos), pero que será incapaz de generar demanda suficiente para la producción posible. Por muchos criados inmigrantes baratos que contraten como nuevos siervos. Estos sí, claro, humanos.

En tercer lugar porque de no hacerlo generaremos una creciente parte de la sociedad excluida (de empleos manufactureros y de empleos en los servicios automatizables) que ante el autismo fiscal de aquella minoría romperá la cohesión nacional. De esto saben mucho en los Estados Unidos de Trump.

De manera que va a ser mejor redistribuir entre todos el (menor) tiempo de trabajo humano necesario para labores productivas y hacerlo estimulando la implicación creciente (en horas y personas) en tareas colectivas que andan muy desmejoradas (ambientales, cuidados personales, médicos, ayuda al desarrollo, culturales, servicios locales, rurales …), actividades que son el tiempo de la vida misma, tiempo que no tiene un precio al que pueda ser vendido o comprado.

No se trata de garantizar un ingreso (renta mínima) inferior al mínimo vital para así caer bajo la patronal de los negreros, la opción neoliberal. Por el contrario, la renta mínima deberá ser una subvención del no trabajo, de una reducción de la jornada que nos permita liberar a una parte de la sociedad de ser ejército laboral de reserva. Un ejército que amenaza a la baja al resto de los pluriempleados, hasta el final de sus vidas.