El carrusel Donald Trump gira y gira. Por momentos tan violento como un tornado de vórtices múltiples. En ocasiones más tormentoso que la respuesta de la opinión pública a una broma cruel y estúpida de un youtuber. Casi siempre simplificador, demagógico y cruel, sobre todo con los medios que, día tras día, pasan la lija a la legión de posverdades y «hechos alternativos» que tanto adora el populismo.
A The New York Times, Washington Post, CNN y MSNBC el presidente de los Estados Unidos les llama «decadentes» e «imposibles de ver». También les acusa de «volverse locos con teorías de la conspiración». Y lo hace desde su cuenta de Twitter. En los mismos mensajes en los que también ataca a los servicios de inteligencia de su país, incluso después de verse forzado a prescindir de un asesor por mentir sobre sus lazos con Rusia.
La virulencia de los tuits deja bastante claro que esos medios en supuesto declive suponen una verdadera resistencia a sus políticas. Y también refrendan, de alguna manera, lo que dijo un grupo de psiquiatras sobre el presidente: padece inestabilidad emocional, es incapaz de tolerar opiniones diferentes a las suyas y eso le lleva a «reacciones de rabia». Bonito retrato para un presidente con alma de personaje de esperpento de Valle Inclán.