Fantasías del Big Data

Luis Ferrer i Balsebre
Luis Ferrer i Balsebre EL TONEL DE DIÓGENES

OPINIÓN

19 feb 2017 . Actualizado a las 09:03 h.

Se reacomodó en la butaca y encaró al director del grupo: «Usted lo sabe todo de mí. Llevo años contándole mi vida, sabe lo que me gusta, lo que detesto, lo que me acaricia el alma y lo que me la quema. El resto de los compañeros están igual, seguimos haciéndonos las mismas preguntas que no encuentran respuestas fiables». 

«Cuando ingresamos en el grupo de Bigdata-anónimos lo hicimos para liberarnos de la compulsión a enredarnos en las redes sociales, de exponer nuestras vidas en un escaparate como putas en el barrio de las luces rojas, de medir nuestra autoestima contando el número de «me gusta» que nos dan en el Facebook. A escapar de la cárcel de un móvil hechicero que atrapa la mirada y seca el resto de los sentidos... Llevamos años de terapia intentando conseguir saber quiénes somos de verdad, cómo somos a solas con nosotros mismos, cómo es el mundo fuera del plasma, ¿no lo entiende?».

«Queremos saber si todo eso que pasa en las series es verdad o si la verdad no es seria, si son auténticas esas pasiones y auténticos esos forenses del FBI. Queremos dejar de ser una contraseña, un código de barras, un pin, un pun o un spam. Ya no queremos saber nada de grupos de WhatsApp ni de páginas solidarias ni de timbas en la red ni de trinos desquiciados. Queremos las respuestas lo antes posible: ¿Es demasiado pedir? Se supone que usted lo sabe todo de nosotros, incluso más que nosotros, ¿por qué no responde?».

«Si no lo hace, ¿cómo vamos a tomar las decisiones más importantes de nuestra vida? ¿Tenemos que volver a colgarlas en la Red y sufrir las respuestas en los foros? ¿Es mi chica la que más me gusta o habrá algo oculto e incompatible entre nosotros? La conocí en un portal de citas. Solo lo sabe usted». «¿Qué hacemos con nuestro dinero? Jamás lo hemos tocado, suponemos que está ahí, pero nadie lo defiende de la tribu que lo custodia y acecha con ojos de anaconda en celo. ¿Quién sabe mejor que usted dónde tenemos que invertirlo y por qué?». «Sabe nuestros gastos y nuestros gustos, nuestras fortalezas y nuestras debilidades, sabe incluso si nos apetece ahorrar o gastar. Solo usted puede decirnos dónde más nos conviene vivir, conoce nuestro origen, nuestros gustos más íntimos, nuestras alergias, nuestro colesterol, nuestras fantasías, nuestros amigos, nuestros deseos...».

Una cortinilla de profundo silencio reflexivo que duró quince minutos culminó con una voz de bajo centroeuropeo sentenciando: «Todo eso, todo lo que os preguntáis, todo lo que sois, todo lo que no fuisteis y todo lo que queréis ser... Solo Dios lo sabe: ¡Preguntádselo al Google!».