The Bass Valley, la utopía sonora

OPINIÓN

20 feb 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

Rubén Fernández, Hugo Rolan y Jorge Romero son la terna que hace sonar The Bass Valley, y es que con este sugestivo nombre han bautizado su proyecto de emprendimiento empresarial. The Bass Valley, que podría ser el título de una melodía o el nombre de un laboratorio perdido en algún rincón de Norteamérica, es una empresa cien por cien asturiana, dedicada a la formación, producción, gestión y promoción de la música electrónica.

Una apuesta como la de Rubén, Hugo y Jorge es cuando menos valiente. Primero porque cualquier aventura artística en Asturias, donde la gestión del arte y la industria musical son inexistentes, siempre comporta un alto riesgo. Y si a esto le añadimos el hecho de que se trata de música electrónica, a menudo demonizada y poco conocida por el gran público, el riesgo se convierte en extremo.

De momento, The Bass Valley da pasos mesurados y firmes, asentando bases de difusión de la cultura musical electrónica, imprescindibles para la proyección nacional e internacional del proyecto.

Tanto Rubén como Hugo y Jorge tienen amplia experiencia en el negocio que traen entre manos. Los tres son tranquilos y discretos, una especie de hormiguitas silenciosas que van poco a poco tejiendo los mimbres de un proyecto en el que tienen una fe ciega, a pesar de las dificultades e incomprensiones que van sorteando, que no son pocas.

Los tres han tenido muchas vidas, muchas experiencias vitales que les han conducido por los senderos de la música electrónica, de la que son vocacionales y totalmente incondicionales.

The Bass Valley es un continuo hervidero de iniciativas, de ideas, de búsqueda de nuevos horizontes, y siempre con el sólido propósito de poner el Green Valley llamado Asturias en el mapa internacional de estas músicas.

Con Rubén, Hugo y Jorge puedes estar días enteros y no hay momento para el aburrimiento. Siempre tienen historias que contar sobre músicos, compositores, DJs… En realidad, estos chicos son un enjundioso manantial de conocimiento.

Además, no solo saborean el palo electrónico, usando un símil sidrero, sino que han probado otros. Conocen bien la música pop, el rock, el folk… Viven muy desde dentro la producción musical, los entresijos creativos, escénicos, la nueva escena digital de la música con todos los cambios que eso entraña.

Con todo este bagaje, The Bass Valley comienza a navegar con notas de utopía sonora. Ahora tan solo necesita buenos vientos, y que su melodía no se quiebre contra el a menudo inmenso frontón de las incomprensiones patrias.