Trumpismo errático

Carlos G. Reigosa
Carlos G. Reigosa QUERIDO MUNDO

OPINIÓN

20 feb 2017 . Actualizado a las 07:38 h.

La llegada de Donald Trump a la presidencia de EE.UU. sigue dividiendo al mundo entre quienes consideran este hecho un aciago capricho de la Historia y los que creen que es un regalo de la Providencia para enmendar viejos descarríos y recuperar la senda debida. Son muchos -es cierto- los que creen que no existe esta dicotomía y que la elección de Trump ha sido un error inexplicable. 

Pero se equivocan. Porque se trata de algo explicable… aunque no se sepa explicar. Yo mismo no estoy seguro de poder ofrecer aquí una aclaración satisfactoria. Pero no me sumaré a los que cierran los ojos y niegan la realidad. Porque no vale decir que los votos de Donald Trump surgieron de un extraño y ofuscado submundo. No. Así no nos entenderemos ni nos entenderán. El candidato y ahora presidente Trump ganó porque obtuvo más escaños.

Y la pregunta es: ¿por qué sucedió esto? ¿Por qué ganó? Todo este tiempo -desde que los votos sentenciaron el resultado- hemos estado escuchando razones de unos y de otros; razones naturalmente muy contradictorias.

Por un lado están los que consideran a Trump un peligroso líder autoritario capaz de retrotraernos a las cavernas.

Por otro, los que hablan de un restaurador del viejo orden moral estadounidense (y, en su caso, occidental).

Los argumentos de unos y otros están muy lejos todavía de cotejarse en un debate que nos ilumine.

Lo que quiere decir, por tanto, que aún tenemos por delante un buen trecho de ruidosas y enconadas discrepancias.

Considero rechazable el fondo y la forma de la política desarrollada hasta ahora por Donald Trump, que se me figura una apisonadora atolondrada. Pero no dejo de preguntarme por las razones de quienes le otorgaron la victoria. Albert Einstein dijo en una ocasión que su ideal político era el democrático, en el que «todo el mundo debe ser respetado como persona y nadie debe ser divinizado». Por ahí creo que debemos ir.

El propio Abraham Lincoln afirmó que «del mismo modo que no sería un esclavo, tampoco sería un amo», y dijo que «esto expresa y define la democracia». ¿Participa de estas ideas el actual presidente cuando habla de reordenar el mundo y defender a su país? Ni se sabe.

No cabe negarle la victoria electoral, pero sí desconfiar de sus políticas y, llegado el caso, combatirlas abiertamente.