Sánchez: oportunismo en estado puro

Roberto Blanco Valdés
Roberto L. Blanco Valdés EL OJO PÚBLICO

OPINIÓN

26 feb 2017 . Actualizado a las 10:22 h.

El tan repentino como sorprendente giro de Pedro Sánchez desde la moderación al izquierdismo lo ha convertido en un auténtico marxista, aunque de los de Groucho Marx y no de los del gran filósofo alemán. «Estos son mis principios, pero, si no le gustan, tengo otros», afirmaba, puro en mano, el hermano bigotudo del célebre cuarteto, definiendo de un frío navajazo ese oportunismo universal al que se adhiere jubiloso, y sin ponerse colorado, el descabalgado líder del PSOE. 

Sánchez presentó su candidatura a la presidencia del Gobierno en un acto de afirmación españolista que quiso hacer patente saliendo a escena tras una bandera de España de tamaño formidable. «Si el cambio que proponemos es un cambio que una, lo primero que tenemos que hacer es reivindicar la bandera», dijo Sánchez en junio del 2015 lleno de razón. Ahora lo que le preocupa al parecer al candidato socialista a las primarias ya no es la unidad sino la supuesta diversidad nacional de este país, y por eso proclama, con igual convencimiento, todo lo contrario de lo que había expresado hace año y medio: que hay que reconocer la plurinacionalidad de España.

El giro de Sánchez en relación con Podemos ni es menos extremo ni menos bochornoso. Antes de su operación de transformismo, el entonces líder socialista se hartó de denunciar por tierra mar y aire el carácter populista de Iglesias y su troupe y no dejó ni un solo día de desautorizar con duras críticas a sus competidores en la izquierda: «Con el populismo no vamos a pactar ni antes, ni durante, ni después; ni los de Podemos son tan castos ni yo soy tan casta»; «El PSOE tiene un proyecto único y autónomo para toda España y así va a seguir siendo». Son solo algunas muestras de lo que puede encontrarse en una hemeroteca que no tiene desperdicio, pero que no ha arredrado a Sánchez para reivindicar ahora como si tal cosa una llamada alianza de progreso con Podemos y los nacionalistas.

Sánchez muda de ideas como de chaqueta, pero su objetivo, transparente como el agua, es el de siempre: la Moncloa. Pues las dos nuevas verdades del cambiazo con el que trata un político hoy acabado de recuperar el liderazgo del PSOE (esa pretendida alianza de progreso que dejaría a su partido al pie de los caballos y la majadería constitucional de la plurinacionalidad) no pretenden otra cosa que intentar sentar las bases sobre las que, si gana la secretaría general, podría Sánchez cumplir el sueño que se ha convertido para él en una pesadilla morbosa y enfermiza: llegar a presidente.

Está dispuesto Sánchez para ello -y en esto, cierto, no ha cambiado- a entregar la hegemonía del PSOE en manos de Podemos y a poner patas arriba al país entero pactando con quienes se han sublevado contra el Estado de un modo ignominioso con la única intención de desmembrarlo. Pero a Sánchez todo eso no le preocupa. A Sánchez solo le importa Pedro Sánchez.