Pero ¿qué le pasa a la izquierda europea?

Roberto Blanco Valdés
Roberto L. Blanco Valdés EL OJO PÚBLICO

OPINIÓN

10 mar 2017 . Actualizado a las 08:38 h.

Aunque paradójico, nada más oportuno que parafrasear al Karl Marx del Manifiesto Comunista para afirmar que otro fantasma recorre Europa o, por lo menos, gran parte de nuestro continente: el de la crisis de izquierda. 

Los laboristas ingleses, rotos y en la oposición desde hace años. El PSOE, con una confusión política mayúscula y un lío formidable. El Partido Democrático de Renzi, escindido desde que su líder dimitió. Los socialistas franceses, comatosos y con varios candidatos presidenciales, que no entrarán al parecer en la segunda vuelta electoral. Los socialdemócratas alemanes, tras mucho tiempo alejados del Ejecutivo federal, con poca chance de alcanzar la cancillería en los ya próximos comicios.

Cabría, claro, hablar de otros lugares, pero con lo apuntado es más que suficiente para argumentar que los grandes partidos que han representado a la izquierda en varios de los principales países europeos en las cuatro últimas décadas viven crisis internas de extrema gravedad y deben competir con los nuevos populismos que, a izquierda y derecha, han entrado a saco en sus electorados: entre otros, el UKIP, el Frente Nacional, Podemos, Alternativa por Alemania y el Movimiento Cinco Estrellas.

Aunque la situación de cada país resulta peculiar, cabe una generalización que contribuya a entender la gravísima crisis que la izquierda europea está sufriendo. Y es que sus partidos viven fracturados entre la moderación socialdemócrata y la reivindicación de las supuestas esencias de la izquierda. Una grieta esa que podría, claro, plantearse de otro modo: de un lado quienes sostienen que hay que decir a los electores lo que se hará de verdad desde el Gobierno: políticas moderadas; de otro, los que proclaman un izquierdismo de boquilla que luego se convierte igualmente en gestiones gubernamentales moderadas.

El problema de fondo es que la izquierda europea mayoritaria (la otra vive en el delirio permanente) no ha encontrado aún la respuesta a los problemas centrales a los que hoy se enfrentan los Estados sociales que se construyeron en Europa tras el consenso socialdemócrata de posguerra: ¿Qué hacer con el Estado del bienestar, donde la demanda de prestaciones y servicios crece exponencialmente al tiempo que disminuye, o no aumenta en proporción, la recaudación fiscal, sin la que aquel no puede sostenerse? ¿Pueden los Estados gastar y endeudarse sin límites? ¿Cuánto puede crecer la presión fiscal? ¿Es posible redistribuir sin crecer? Ese es el debate que está sobre la mesa, pero la izquierda europea prefiere eludirlo para practicar, cuando llega a los gobiernos, políticas económicas similares a las que critica con dureza a la derecha mientras está en la oposición.

Nadie lo ha formulado mejor que el gran filósofo francés Alain Finkielkraut: así toma cuerpo el gran sueño de «no tener que enfrentarse a los problemas sino solo a los cabrones».