Aparece una grabación de Marcel Proust. Una grabación que es casi una aparición. Marcel baja durante unos instantes unas escaleras como invitado en la boda de unos amigos en París. El hombre que nos dejaría escrito el monumento de En busca del tiempo perdido ha sido hallado en una película casera. Proust: «Amamos una sonrisa, una mirada, un hombro». Baja rápido. ¿Tendría prisa el maestro de escribir música con una morosidad sin fin? Hoy lo queremos todo ya. Ese es el gran mal. Y todo nos parece poco y feo. Saltamos como ranas. Leo a Javier Cercas y me apunto una frase que me gustaría hacer mía, interiorizarla (¡qué verbo!): «De un tiempo a esta parte me persigue la sospecha de que quizá la felicidad consiste en estar vivo, y de que todos somos felices, solo que no nos damos cuenta». Una frase lleva a otra frase como un as a otro as. No sabemos dudar. La duda es la punta del no. Aprendamos a decir no. Negarse es casi tan importante como respirar. El presente es siempre un regalo. Es sobre lo que estamos. Ya está dicho. Bob Dylan: «Quien no está ocupado en vivir está ocupado en morir». Bob Dylan, un judío que no yerra. Vamos con Chaplin y su versión de ojos que no ven, corazón que no siente: «De cerca todo es un drama. A cierta distancia, una comedia». Ahora Marco Aurelio, de sus meditaciones: «Todo lo que escuchamos es una opinión, no un hecho. Todo lo que vemos es una perspectiva, no es la verdad». Todo enriquece. Necesitamos pararnos y pensar. Como Delibes en las parameras de Castilla con sus ojos de cazador en los cielos infinitos. Escrutar (¡otro verbo!). Leer. Leer es lento, sobre todo a Proust y su fraseo gozoso e interminable. Pensar es lento. Reflexionar es lento. Hay que huir del vértigo, del sí a todo. De los enlaces, de pantalla a pantalla, sin poso, sin estructura. ¿Es hoy la revolución ser conservador?