Wilders no era la estrella

Miguel-Anxo Murado
Miguel-Anxo Murado EL MUNDO ENTRE LÍNEAS

OPINIÓN

16 mar 2017 . Actualizado a las 07:44 h.

Se comprende el interés y la preocupación que despierta internacionalmente Geert Wilders. Pero sería un error reducir las elecciones de ayer en Holanda a una noble justa entre xenófobos versus europeístas. Aparte de que el panorama político holandés es tan fragmentario que no se pueden formar dos bloques de opinión sin más, esos grandes temas, la UE y la inmigración, son dos asuntos sobre los que ya existía un cierto consenso social antes de que se abriesen las urnas. Y ese consenso va a tener que desarrollarlo en su política el próximo gobierno, sea cual sea su configuración. Lo que preocupa a los electores holandeses son otras cosas.

A Wilders se le considera un provocador y un extremista, pero la idea de que es necesario un control de la inmigración y un esfuerzo mayor de integración por parte de la población extranjera la comparten desde hace tiempo casi todos los partidos. En su ansia de dejarlo claro, al primer ministro liberal, Mark Rutte, se le fue la mano al comienzo de la campaña cuando publicó un anuncio en toda la prensa del país que podría haber firmado el propio Wilders («comportaros como los demás o largaos», decía secamente a los inmigrantes). Incluso los socialdemócratas llevan en su programa una revisión del derecho a la libre circulación de personas que, en su opinión, está dañando los salarios de los trabajadores.

Precisamente, la crisis del partido socialdemócrata es quizás tan reveladora como el fenómeno Wilders de los cambios que se están operando en esta sociedad. Los socialdemócratas han sufrido una secesión encabezada por dos de sus diputados de origen inmigrante para crear un nuevo partido, Denk, que pretende representar a las minorías étnicas frente a lo que consideran una cultura holandesa «estructuralmente racista». Denk rechaza abiertamente la idea de integración y reclama la «aceptación» como alternativa. Esto parece apuntar a una paulatina sustitución de la tradicional divisoria izquierda-derecha por otra entre comunidades étnicas y religiosas, no solo ya en la derecha sino también en la izquierda.

La cuestión europea es otro ejemplo de consenso previo a las urnas. Holanda ya votó contra la Constitución europea en 2005. Pero no se trata de anti-europeísmo. De hecho, el poco apoyo que podía tener en Holanda la idea de abandonar la UE se ha reducido tras el referendo británico del brexit; pero existe en el país un fuerte enfado con lo que se percibe como falta de transparencia y de democracia en las instituciones europeas. Hay una fuerte oposición a nuevas incorporaciones a la UE, y no solo a la de Turquía. El año pasado, los holandeses rechazaron en un referendo el acuerdo de asociación entre Ucrania y la UE porque sospechaban (correctamente) que era un primer paso para la integración. Se forme el gobierno que se forme, por tanto, lo más probable es que Holanda tome una línea crítica con Bruselas y promueva una reforma migratoria. Y esto tendrá poco que ver con Wilders y sus exabruptos.