La segunda rendición de ETA

Fernando Ónega
Fernando Ónega DESDE LA CORTE

OPINIÓN

18 mar 2017 . Actualizado a las 09:28 h.

El simple anuncio de que ETA puede entregar las armas ha sido la mejor noticia de los últimos tiempos. Ha sido como un bálsamo en medio de la tensión y la inestabilidad política. Ha sido también la más sorprendente, porque se esperaba otra cosa: se esperaba que la banda intentase hacer de ese acto una ceremonia de exaltación de su historia, un pacto de ejército a ejército, la coronación de medio siglo que los terroristas consideran heroico. No pudieron hacerlo, gracias a la persistente negativa del presidente Rajoy. Una vez más, su resistencia a las presiones -a las que no fue ajeno el gobierno vasco- le hizo este regalo en uno de los momentos más difíciles de su mandato.

Ahora solo falta un detalle, que fue reclamado por muchos, desde los partidos políticos hasta el presidente de la Conferencia Episcopal: que se disuelva como organización. Al fin y al cabo, sus herederos políticos ya hacen política amparados por la legalidad y están incrustados en las instituciones. Yo me limito a celebrar lo que hay que celebrar, que es su comunicado, y lo que falta se producirá por renuncia expresa o por la fuerza de los hechos: una banda terrorista que no tiene armas y cuyos activistas ya no llegan al medio centenar ha dejado de existir. Su desaparición se puede lograr por decisión comunicada o por la evidencia de que ha dejado de existir. Lo más probable es que ni siquiera tenían efectivos humanos para vigilar los zulos en que guardan sus instrumentos de matar. Han aguantado seis años desde que comunicaron que abandonaban la lucha armada.

Lo que ahora falta es una tarea apasionante: lo que se llama la «construcción del relato». Es decir, cómo pasa a la historia una trama que empezó siendo una lucha contra las torturas en las comisarías y terminó siendo una mafia que mató a casi un millar de personas, extorsionó a empresarios y profesionales, llevó el sufrimiento directo a centenares de familias y, según una investigación publicada ayer mismo, atemorizó al 70 % de la población vasca durante decenios. Sus defensores tratarán de construir una historia de lucha por la liberación del pueblo y de mártires que el franquismo y la democracia torturaron, encarcelaron y a veces mataron en la guerra sucia. En eso están, con homenajes en fiestas y aniversarios.

Quienes hemos llorado tantas víctimas inocentes sabemos que eran sencillamente unos fanáticos que se dedicaban a matar. Lo importante de hoy es recordar que ETA no dejó su actividad criminal por un acto de buena voluntad. La dejó porque fue derrotada por el Estado de derecho y el cerco social que supo construir el ministro Pérez Rubalcaba. La entrega de las armas tampoco es un acto de cortesía. Es su segunda rendición.