Rajoy, a un milímetro de estallar

Fernando Ónega
Fernando Ónega DESDE LA CORTE

OPINIÓN

22 mar 2017 . Actualizado a las 08:41 h.

Las últimas declaraciones del presidente Rajoy indican que no se encuentra cómodo. Su solución de diálogo con Ciudadanos y el PSOE para superar su debilidad parlamentaria no funciona a satisfacción plena. La derogación del decreto de la estiba y la mayoría organizada ante la «ley mordaza» fueron una humillación ante la opinión pública española y ante los gobernantes europeos, que es lo más doloroso para él. La posible victoria de Pedro Sánchez en las primarias socialistas dibuja un horizonte de incertidumbre, incompatible con un hombre que presume de ser previsible. No es extraño que su discurso a los compromisarios andaluces haya contenido todos los ingredientes para sonar como bronca y aviso. Bronca, porque duda de la responsabilidad de los demás. Aviso, porque por primera vez acepta la posibilidad de adelantar las urnas. Lo dijo también el presidente Núñez Feijoo: «Si se sigue bloqueando la acción del Gobierno, puede haber elecciones».

En esas estamos. Seguimos, pues, como en los últimos quince meses, dando vueltas a la manivela de la repetición o el adelanto electoral. Se empiezan a detectar indicios de cansancio y tedio de la sociedad, que no se indigna con ningún partido ni con ningún político en concreto, sino con la clase política en general y con su espectáculo egoísta de pensar en sus propias estrategias y no en los intereses generales de la nación. No se entiende que el decreto de la estiba sea rechazado por todo el Congreso, salvo por el PNV, a pesar del coste que tendrá para el erario público. Y no se entiende lo que costó conseguir media docena de escaños para sacar adelante los Presupuestos. Las largas negociaciones con los nacionalistas vascos, más el viaje de la vicepresidenta para convencer a Coalición Canaria, muestran lo difícil que es un acuerdo en algo de interés colectivo, pero también la parte más mercantilista de la política.

¿Cómo se sale de esta crisis? No vale de mucho prometer diálogo, porque el PSOE no quiere castigarse más con la imagen de colaboración con la derecha, Ciudadanos trata de quitarse de encima el estigma de siervo del PP y los catalanes no están en el mejor momento para facilitar nada a un presidente que rechaza el referendo y al que empiezan a negar, como hizo Joan Tardá, talante democrático. Estamos en pleno barullo. Ahora mismo, como digo, a Rajoy se le nota incómodo. Le falta un milímetro para pasar al cabreo; al «joder, qué tropa» que se le escapó en uno de los conflictos entre Esperanza Aguirre y Ruiz-Gallardón. En ese momento preguntará al CIS qué posibilidades hay de obtener la mayoría absoluta y disolverá. No puedo prever la fecha, pero va a ocurrir. Sobre todo, si a Pedro Sánchez se le ocurre ganar.