El dinero, el alcohol y las mujeres

Fernando Salgado
Fernando Salgado LA QUILLA

OPINIÓN

24 mar 2017 . Actualizado a las 08:50 h.

Así, «con una copa de vino en la mano, una guitarra y un cariño de mujer», así nos ve a los españoles y demás pigs del sur el imbécil -permítame el insulto por esta vez, señor director- que preside el Eurogrupo. ¡Pero qué digo! Así nos veía Manolo Escobar y no le faltaba acierto, porque somos muchos los que amamos el vino y las mujeres y las rosas que calienta nuestro sol. Jeroen Dijsselbloem nos percibe de otra manera: como un hato de alcohólicos y puteros que derrochan su dinero en bares y burdeles y, a continuación, corren a pedir ayuda a individuos como el susodicho. Con lo cual nos ofende a los machos periféricos, pero a las mujeres españolas, portuguesas, italianas o griegas les adjudica un papel que, por respeto a la madre de mis hijos y por no abusar de la permisividad de mi director, me guardaré de nombrar. Digamos simplemente que el aldraxe a los países del sur viene revestido de sexismo y atufa a rancio machismo. 

Sorprende también la mesura de las reacciones en los países ultrajados. El ex primer ministro italiano Matteo Renzi, por ejemplo, califica de «chistes estúpidos» las declaraciones de Dijsselbloem. Estúpidos sí, pero la gracia no la veo en parte alguna. Que nos acuse de derrochar el dinero «en alcohol y mujeres» no parece motivo para desternillarse de risa. Pero sí motivo de preocupación. La bobada del presidente del Eurogrupo no derribará los muros de Jericó ni pondrá en solfa la existencia del euro, que a tanto no llega este hombre. Él no es el tumor, sino el síntoma. No la gangrena, solo la fiebre que delata la deriva fascistoide de Holanda, los estertores de la socialdemocracia europea y la descomposición del proyecto europeísta. Tres en uno, como el lubricante.

Porque este holandés se tilda de socialdemócrata, tiene la osadía de entonar a veces la cantinela de la solidaridad y se permite, como hizo meses atrás, conminar a los españoles a «trabajar más duro y más largo» (aclaremos, con datos de Eurostat en la mano: en España se realizan 37,9 horas efectivas de trabajo por semana; en Alemania, paradigma de la eficiencia, 35,3 horas, y en Holanda, que ocupa la cola de la eurozona, 29,9 horas). Su alineamiento con los países acreedores y el carácter xenófobo de sus declaraciones constituyen signos inequívocos de la crisis que atraviesa la socialdemocracia y de la crisis de valores que padece Europa.

Todos esos valores y principios entraron en combustión en el laboratorio holandés con los resultados conocidos. Los socialdemócratas de Asscher y Dijsselbloem, aliados de los liberales en la última legislatura, se hundieron, perdieron 29 de sus 38 escaños y pasaron de segunda a séptima fuerza política. Vencieron los liberales de Mark Rutte y también ganaron escaños los fascistas de Geert Wilders. La Europa oficial aplaudió a los partidos que evitaron el triunfo de Wilders con una brillante estrategia: robarle su programa y asumir sus tesis ultraderechistas. Así cualquiera: si quiere frenar al monstruo, imítelo. Como hace Dijsselbloem.