De Olof Palme a Amancio Ortega

Roberto Blanco Valdés
Roberto L. Blanco Valdés EL OJO PÚBLICO

OPINIÓN

31 mar 2017 . Actualizado a las 08:45 h.

Recordaba la anécdota hace años en Clarín, el gran diario bonaerense, mi querido Fernando Savater. Visitaba la Suecia de Olof Palme, figura de una socialdemocracia entonces fuerte, uno de los personajes más polémicos de la Revolución de los Claveles, el militar izquierdista Otelo Saraiva, quien, al ser preguntado por Palme sobre los objetivos de aquel 25 de abril que había devuelto la libertad a Portugal, contestó con su usual rotundidad: «Queremos acabar con los ricos». El presidente sueco, asesinado luego de un tiro por la espalda cuando volvía a casa sin escolta, no tardó, todo sensatez, en responder: «Es curioso. Nosotros aspiramos a acabar con los pobres».

El diálogo expresa la muy diferente forma de entender la igualdad y la justicia de la socialdemocracia reformista, que tanto ayudó a hacerlas efectivas, y del izquierdismo de salón, radical e inservible socialmente. Pero expresa también dos concepciones muy distintas sobre el papel de la riqueza individual y el mundo empresarial. Porque, según lo subrayaba el propio Savater, frente a los «ricos depredadores e insolidarios» están aquellos que contribuyen con su iniciativa a la riqueza general y asumen una alta responsabilidad social.

Amancio Ortega destaca en este segundo grupo de empresarios, que cualquier país querría multiplicar y del que la inmensa mayoría de sus conciudadanos se sienten orgullosos. Las marcas comerciales que forman parte de Inditex dan trabajo en medio mundo a decenas de miles de personas, contribuyen anualmente a la mejora del empleo, aportan a las arcas públicas en impuestos una cantidad ingente de dinero y se han convertido, por derecho propio, en seña de identidad de este país con su prestigiosa presencia en cientos de ciudades del planeta.

Ayer se hizo público que, a través de su Fundación, Ortega donará 320 millones de euros (¡más de 53.000 millones de las antiguas pesetas!) a nuestra sanidad pública para la compra de aparatos de detección y tratamiento de tumores. Si a esa impresionante donación se le suman otras de la Fundación desde comienzos de este siglo, la cifra de sus aportaciones sociales se acerca a 500 millones de euros, lo que convierte a Ortega en el primer mecenas del país. Solo hay que haber viajado un poco por Estados Unidos para saber hasta qué punto sin el mecenazgo sería incomprensible su grandeza.

En respuesta a la donación de la Fundación Ortega que ayer se hacía pública, decenas de internautas expresaban en La Voz su gratitud por el gran beneficio que obtendrán decenas de miles de pacientes. Una lectora afirmaba: «Como ciudadana, muchas gracias, Sr. Ortega. Que cunda el ejemplo». (CRME7673 desde A Coruña). No tengo duda de que ese es el sano sentimiento de millones de personas en España, de norte a sur y de este a oeste.