El cambiazo presupuestario

Albino Prada
Albino Prada CELTAS CORTOS

OPINIÓN

05 abr 2017 . Actualizado a las 17:11 h.

A nada que uno repare en las cifras de ingresos públicos previstas por el Gobierno para los Presupuestos de este año 2017 observará que rondan exactamente los 200.000 millones de euros, justo la misma cifra que hace diez años. Esto quiere decir que, como la riqueza producida en España en este ejercicio será superior a la del 2007, los ingresos públicos como parte de la riqueza se han reducido (de un 18,5 a un 17,6 % del PIB). Somos más ricos que hace diez años, pero recaudamos lo mismo.

Siendo este un problema no menor, cuando arrastramos un déficit público crónico y mientras nos afanamos en recortar los gastos públicos básicos, aún más importante me parece el cambiazo presupuestario que queda patente en esas cifras del Gobierno. Pues esos 200.000 millones se recaudan por vías muy diferentes ahora que hace diez años.

Los impuestos indirectos sobre el consumo, que no recaudan con más intensidad de quien es más rico (IVA e impuestos especiales), han pasado de aportar 39 euros de cada cien a contribuir con casi 46. Mientras que los impuestos directos, que recaudan con más intensidad de los más ricos, han caído de casi 60 euros de cada cien a apenas 53.

Más claro, agua: la mayoría aportamos cada vez más en impuestos indirectos, mientras una minoría más rica es la que, sobre todo, se beneficia de la caída de los directos.

La guinda la pone, dentro de estos impuestos directos, el de sociedades. Porque cuando sabemos que los ingresos y beneficios de las empresas españolas vuelven a estar en máximos históricos, también conocemos que estas, que hace diez años aportaban más de 22 euros de cada cien recaudados por Hacienda, ahora solo aportan 12.

Una involución fiscal en toda regla, pues a la perdida convergencia en ingresos sobre el PIB con los países de nuestro entorno se añade una creciente regresividad del modelo fiscal. Una involución que, por un lado, nos impide atajar el déficit público, si no es a costa del deterioro de las prestaciones sociales básicas, y por otro agrava nuestra galopante desigualdad social.