La cruel agonía de la vieja socialdemocracia europea

OPINIÓN

03 may 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

Digámoslo pronto: la socialdemocracia europea camina hacia la irrelevancia y la desaparición. Lo del domingo en las elecciones francesas solo es un nuevo capítulo de esta dramática deriva, que enmarca el cambio de paradigma de esta nueva época que está naciendo.

En realidad, es la crónica de una muerte anunciada. Lo peor para los socialdemócratas del Viejo Continente no es que no hayan sabido leer las consecuencias de la caída del Muro de Berlín --que no lo hicieron--, ni que no fueran capaces de ver lo que se les venía encima cuando los neoliberales saludaban, alborozados, «el fin de la historia»; ni que se negaran a aceptar la ruptura unilateral del pacto no escrito entre los liberales y ellos mismos para crear el Estado del bienestar, tras la II Guerra Mundial; ni siquiera su conversión entusiasta al neoliberalismo y la consiguiente traición a la clase social de la que proceden y por tanto, a su electorado.

 Lo peor que le ocurre a la socialdemocracia europea es que no tenía opción. Sus posibilidades de enfrentarse al neoliberalismo para defender a su clase --su electorado-- y evitar así que el Sistema le hiciera desaparecer en las cloacas, simplemente tirando de la cadena, eran simplemente inexistentes. Ese es su drama.

El pacto no escrito entre liberales y socialdemócratas era un pacto-trampa, un regalo envenenado que, no obstante, sirvió para enriquecer a no pocos líderes. Los que gobiernan en la sombra fueron, poco a poco, corrompiendo sus estructuras, en la misma medida que iba tocando poder y que sus líderes se entregaban con entusiasmo a las exquisiteces que se abrían con las puertas giratorias.

A la par que las grandes transnacionales, los grandes bancos tejían su propia red alrededor de la socialdemócratas, en forma de créditos impagables, que eran condonados en parte con cierta regularidad: ya jamás podrían escapar de esa red, salvo la desaparición y posterior refundación, lo que equivaldría al suicidio. En España, la última condonación se dio durante el Gobierno de Zapatero.

Por supuesto, las condonaciones no son gratuitas, tienen un precio: la sostenibilidad de esa estructura mafiosa en la sombra en esta época de mutación. No es que dicha estructura ignore la inminencia de la muerte de las viejas estructuras de la socialdemocracia europea, sino que el retraso en ese fallecimiento les resulta útil mientras se consuma y consolida el cambio de paradigma. Les interesa una muerte ralentizada, que retrase la aparición o consolidación de las nuevas alternativas que ya aparecen o se dibujan. Dicho de otro modo: la vieja socialdemocracia europea sólo sobrevive porque aún le es útil a dicha estructura.

Esto se está dibujando con una claridad meridiana en las últimas confrontaciones electorales por toda la geografía europea. También en la española. Es más: el conflicto interno en el Psoe solo es entendible en esa clave. Susana Díaz representa a esa vieja guardia que aún es útil a dicha estructura, mientras que otra parte del Psoe intenta salvar los restos del naufragio. Imposible intento: los bancos les atornillarían reclamandoles una deuda que significaría a la postre la quiebra y el cierre, obligando a una refundación que les dejaría sin la marca, lo único que tienen en estos instantes. O lo que es lo mismo: están condenados.