¿Y el PSOE? El PSOE, como el Perú

Roberto Blanco Valdés
Roberto L. blanco Valdés EL OJO PÚBLICO

OPINIÓN

10 may 2017 . Actualizado a las 08:36 h.

¿Cuándo alcanza un proceso de deterioro individual o colectivo el punto de ruptura en el que todo se tuerce y empieza a salir mal? Zavalita reflexiona sobre ello al comienzo de Conversación en La Catedral, la inmensa novela de Mario Vargas Llosa («¿En qué momento se había jodido el Perú?») y nos regala un interrogante referido, en realidad, a la vida de las personas, las familias y los pueblos. También, claro está, de los partidos, al fin y al cabo grupos de personas que venden la imagen de familias armoniosas y viven de hecho como pueblos conflictivos. 

¿En qué momento se jodió el PSOE? Es una pregunta que urge responder. Pues no extraña la insistencia de un Sánchez sin escrúpulos que no ve más allá de sus propias ambiciones. Lo sorprendente es que quien solo tiene en su haber los dos peores resultados electorales de la reciente historia del PSOE haya logrado, contra casi todo lo que institucionalmente son aún los socialistas, el aval de casi la mitad de su partido. Lo increíble es que haya obtenido ese apoyo un político que propone como solución al marasmo ideológico del Partido Socialista -en gran medida el de la socialdemocracia europea-, la vuelta a las esencias de una izquierda antigua y oxidada, que acaba de ser barrida en Francia y va a serlo en junio en Gran Bretaña.

¿Cómo entender que, a base de practicar el más descarado populismo, haya podido Sánchez volver en olor de multitud? ¿Cuándo se inició la ruptura interna en que su infantil izquierdismo se sostiene? Parece obvio: con la llegada del zapaterismo al mando del PSOE. Pues fue Zapatero quien puso patas arriba los grandes consensos sobre los que el socialismo español se había renovado: la defensa de la transición como modelo, de la Constitución como gran acuerdo nacional, de la reconciliación como sincero acto de memoria colectiva y de la descentralización como pacto refundador de una España plural y unida. Zapatero, al servicio de una componenda de corto recorrido con los comunistas y los nacionalistas, barrió todos esos consensos y abrió en el PSOE la brecha política profunda que lo ha conducido a su actual atolladero.

Y todo, ¡tiene narices!, por mero tacticismo. El mismo que explica que ahora, en lugar de apoyar al candidato que dice defender lo que sostenía Zapatero cuando estaba en la Moncloa (la nación de naciones, el pacto con la izquierda y los nacionalistas, la superación de la tradición socialdemócrata, el revisionismo de la transición y de sus logros, entre otros de la Constitución), el expresidente apueste por una candidata que proclama lo contrario.

Nadie debería, sin embargo, confundirse: Sánchez es zapaterismo puro y duro. Así lo demuestran sus bandazos, su tacticismo, su inanidad ideológica y política, su oportunismo, su populismo y, en suma, su marxismo de pacotilla: él dice tener unos principios, pero, por si no gustan, tiene otros, y otros, y otros…