Las dos Españas. Es decir, las actuales

Roberto Blanco Valdés
Roberto L. Blanco VAldés EL OJO PÚBLICO

OPINIÓN

12 may 2017 . Actualizado a las 09:03 h.

La aprobación ayer por el Congreso de una iniciativa del PSOE dirigida, entre otros fines, a exhumar los restos de Franco del Valle de los Caídos para que su familia los entierre en otro sitio prueba la portentosa capacidad de los socialistas para conectar con las preocupaciones del país. Pues no cabe duda: ¿Hay algo de lo que estén los españoles más pendientes que del lugar donde reposen los despojos de un dictador fallecido hace más de cuatro décadas? ¿No es obvio que la utilidad final del Valle de los Caídos es hoy una inquietud que se respira en el ambiente? Ambas preguntas se responden por sí mismas.

Y es que entre nosotros sigue habiendo, ciertamente, dos Españas, aunque no ya por fortuna la de los azules y los rojos, por más que algunos se empeñen en revivir ese pasado trágico y nefasto convencidos de que obtendrán así en el futuro réditos electorales sustanciosos. Pues que nadie se equivoque: de eso se trata al fin y al cabo desde que las Cortes decidieron hace una década arriar la bandera de la reconciliación nacional e izar en su lugar la de una memoria convertida en arma de confrontación frente a un supuesto, y falso, olvido.

No, nuestras actuales dos Españas son tan otras como visibles para quien no mire la realidad con anteojeras. Está la España trabajadora, que contribuye con su esfuerzo al crecimiento de nuestra economía; la que con su impulso desde las instituciones nacionales o autonómicas y su capacidad de asumir riesgos desde las empresas grandes, medianas y pequeñas crea empleo en un país con un paro aún pavoroso; la que paga religiosamente sus impuestos; la de los jueces que hacen su trabajo teniendo como única guía el imperio de la ley; la de los administradores públicos honestos y al servicio de los intereses generales; la de los profesores que enseñan, los médicos que curan, los policías que protegen y los bomberos que sofocan los incendios.

Y luego, como en tantas otras partes (¡no seamos catetos!), está el país de los pillos, los delincuentes y los irresponsables: la España de la madre superiora y el padre ¡patriota! de los Hermanos Dalton; la de los que convirtieron el Canal de Isabel II en el sumidero por el que llevarse a manos llenas el dinero público que tenían la obligación de administrar; la del inmenso fraude de los ERE y del latrocinio organizado por Luis Bárcenas; la España negra de las tarjetas black; la de todos los corruptos, pasados y presentes, que se aprovechan de la confianza depositada en ellos por el pueblo para hacerse con un capitalito; la de los jueces que en lugar de administrar justicia hacen política; la España que defrauda fiscalmente en lo pequeño y a lo grande; la que vive de prometer el paraíso pero hace todo lo posible para que el país se convierta políticamente en un infierno.

Aunque, claro, lo urgente de verdad no es todo eso, sino sacar los restos de Franco en procesión.