Si gana Sánchez el actual PSOE se acabó

Roberto Blanco Valdés
Roberto L. Blanco Valdés EL OJO PÚBLICO

OPINIÓN

21 may 2017 . Actualizado a las 10:06 h.

Cierto: Pedro Sánchez no es el único culpable del desastre que se ha apoderado del PSOE, pero es el culpable principal, a gran distancia de todos los demás. Fue él quien, dirigiendo la oposición a un Gobierno que había impulsado un ajuste de caballo, en lugar de subir, perdió 20 escaños respecto al peor resultado socialista. Fue él quien, lejos de dimitir por esa debacle, se empeñó en repetir en junio del 2016 y volvió a perder escaños, mientras el PP los aumentaba. Fue él quien, tras esa segunda derrota, decidió, contra viento y marea, seguir en el machito y quien, para salvar su pellejo, lanzó el «no es no» e intentó ser presidente del Gobierno con el apoyo de Podemos y el secesionismo sublevado, negociando contra las resoluciones del PSOE. Fue él quien, para derrotar a los que se habían rebelado contra su loca ambición y su negativa a asumir responsabilidades por sus gravísimos errores, decidió plantear un órdago en un Comité Federal que pensaba ganar y que perdió. Y fue él, en fin, quien, dispuesto a morir matando, decidió jugar la carta de romper en dos al PSOE (las bases frente a la casta) como único medio de tener alguna posibilidad de recuperar la secretaría general.

Si en lugar de resistir, Sánchez hubiera dimitido tras las derrotas del 2015 y del 2016, el PSOE viviría hoy una muy mala situación, pero no atravesaría la terrible crisis que su irresponsable ex secretario general ha provocado ni estaría tronzado en dos mitades, separadas no solo por diferencias políticas e ideológicas, que se han trasladado al cuerpo electoral, sino por inquinas personales y de grupo que tardarán mucho tiempo en cerrarse, si es que no acaban en una auténtica escisión.

Es posible, pese a todo, que, apoyado en la misma indignación contra la casta que le ha arrebatado al PSOE una gran parte de su electorado, Sánchez se alce hoy en las primarias con el santo y la limosna, pues si gana la secretaría general habrá dado un paso de gigante para vencer luego las primarias para ser candidato a presidente del Gobierno. Sería el fin del PSOE tal y como lo hemos conocido desde 1977 para acá.

La victoria de Sánchez rompería, en primer lugar, la legitimidad histórica del Partido Socialista, pues nadie de quienes la representan le ha apoyado en su regreso ni podrá ya, tras lo que han dicho de él, apoyarlo en el futuro. Sánchez acabaría, en segundo lugar, con las dos principales señas de identidad del PSOE surgido en 1974 del Congreso de Suresnes: la defensa de una España unida y el reformismo socialdemócrata. Porque a Sánchez le importa un pito el PSOE y su secretaría general. Lo que le interesa de verdad es la Moncloa, a la que jamás llegará sin pagar el chantaje de Podemos y de los secesionistas y, por tanto, sin deshacerse del lastre que se lo impediría: el PSOE que nació en Suresnes y que hoy podría comenzar a fenecer. Eso es lo que, ni más ni menos, está en juego.